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¿CONFIAR EN LOS DIRECTORES DE LAS SUCURSALES BANCARIAS?

OPINIÓN
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Tu director de
la sucursal bancaria, donde tenías los ahorros o pedías los préstamos, era como
una especie laica de confesor. Y confiabas ciegamente en él, porque su palabra
rozaba lo divino. Si te decía que la inversión a plazo fijo en que colocabas tu
dinero era segura como una cuenta corriente a la vista, allá que lo ingresabas,
con una confianza religiosa, ciega.

Luego ocurrió
que fuimos convirtiéndonos en un país modernizado, con múltiples productos de
inversión y enormes posibilidades de hacer negocios con las cuatro perras que
tenías. No obstante, muchos pensábamos que aún así, con bonanza galopante
incluida, hay que tener cuidado. Entonces, era momento de ir a confesarse con
el director, que todo lo sabía.

El director
aconsejaba, orientaba, te mostraba el contrato larguísimo, ilegible, y solo
había que preguntar: “¿Pero es seguro?”. “Como si fuera un plazo fijo de
libreta”, contestaba. Y confiabas el dinero en sus manos, como a un ángel del
Señor.

De eso se
valieron los grandes “tiburones”. De la incondicional seguridad que el director
de sucursal nos ofrecía. Y fueron presionados; fueron aleccionados para
que  hiciesen malabares con la palabra y
con los pliegos del contrato.

Llegó el
momento de ofrecerte productos de alto riesgo, disfrazados de inocentes
corderos dispuestos a mover la cola a tu placer. Y por ello, de nuevo
ciegamente confiabas, sin leer los laberínticos contratos, que siempre parecen
redactados por los Hermanos Marx.

Con la ruptura
de la burbuja inmobiliaria, con el tsunami de la crisis, se descubrió el pastel
montado a base de espuma y aire contaminado de especulación, y entonces los
sueños se fueron por la borda. Se esfumaron ahorros y buenas intenciones, y
apareció la cara verdadera de la salvaje y cruel especulación.

Como siempre,
los pequeños ahorradores que habían confiado en sus directores de sucursales
bancarias, quedaron a merced del vendaval. Engañados, arruinados; víctimas
todos de una confianza en el sistema que enseñó su “patita”, como el lobo
feroz, embadurnada con harina. Emponzoñada con la cruel patraña del engaño a
gente corriente por parte de los vividores de siempre, que con su cuello blanco
se van al final de rositas, sin pagar todo el mal que nos infligen.

http://moisescayetanorosado.blogspot.com

 


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