![¡APRENDED! / ¡APRENDAMOS¡ DE JULIAN BESTEIRO [Img #36353]](upload/img/periodico/img_36353.jpg)
Ese personaje, íntegro e integral, diputado y Presidente de Las Cortes Españolas, en una España convulsa y trágica, donde llegaba un eco amargo, ahí, en la voz del pueblo – Las Cortes -, permanece su busto, como una reliquia, testigo de las dos Españas, madrileño castizo y galdosiano. Jacinto Benavente diría que, “de todos (los diputados), el que más certero en su tarea es Besteiro y lleva muy bien su casi divino cargo”. A su mujer, Dolores Cebrián no llegué a conocerla. Sin embargo, a su cuñada Mercedes – la tenía el matrimonio como una hija – la trataría mucho en su casa madrileña, en la calle Pinar, frente al entonces Club de Prensa. Cómo recordaba a Julián y, en esas conversaciones, entre otras, como una hija única me contaría, entre tantas otras cosas que, estando ella en París, y Besteiro en Londres con motivo de la ceremonia de la Coronación del Rey Jorge VI, a su regreso de Londres, ya en París – el séquito haría un alto -, y ella le pediría si era posible unirse a la comitiva y regresar, por tanto, a Madrid. “Entonces, Julián me dijo: “Lo siento mucho, querida, pero este avión trae a una representación oficial y tú no estás en ella”. Hasta ahí llegaría la ética de este hombre.
Sí, Besteiro azote de la corrupción política y del caciquismo. Tan lejano y, sin embargo, tan de nuestro tiempo, tan actual. El día 3 de junio de 1931 Besteiro diría, textualmente, respecto a las Nacionalidades – él que, personalmente, llegaría a afirmar que ”si fuese catalán, cultivaría con amor la lengua catalana -. Pero si se intentase someter a toda España a un esquema de República Federal, se cometería, a mi juicio, un grave error que es preciso evitar”. Palabras que, desgraciadamente, el aire no se ha llevado y esas hojas siguen ahí, perennes, tristes y mustias, juguetes del viento son muy en parte por los iluminados políticos.
![¡APRENDED! / ¡APRENDAMOS¡ DE JULIAN BESTEIRO [Img #36354]](upload/img/periodico/img_36354.jpg)
Y aquel 28 de marzo de 1939 – Consejo de Defensa -. Besteiro, muy enfermo en los sótanos del Ministerio de Hacienda; y aquel despacho y sus palabras radiofónicas al “rompeolas de todas las Españas”, a los madrileños; y la depuración de los catedráticos afines a la República; y el Consejo de Guerra a él y a Rafael Sánchez Guerra, y el fiscal Acedo Colunga que reconoce la honestidad e inocencia de don Julián…, y, sin embargo, la pena de muerte…, las cárceles … y la muerte – qué grandeza la suya – en Carmona, aquel día cuasi otoñal – ya todo era muerte – 27 de septiembre de 1940, debido a una septicemia y otros achaques… Que doblarían quizás las campanas de Carmona a duelo, como una mañana más, como si nada hubiera sucedido, cuando los vencejos se llevaron su alma, tras un sonido de cerrojos. ¡Qué España!
Reconozco mi admiración por el hombre y el político. Allí, en la cárcel de Carmona, el sacerdote Coronil y Besteiro mantendrían una buena amistad, respetándose las creencias uno al otro. Y hasta el sacerdote asistiría al entierro de don Julián al cementerio civil y se supone que, esa actitud, no agradaría, en absoluto, a los jerarcas del Régimen y de la cárcel. Casualidades de la vida. La viuda de Besteiro le enviaría una carta al padre Coronil, el día 30 de diciembre de 1946. Esa carta no llegaría a leerla el sacerdote. Ese mismo día murió y la misiva llegó el día siguiente y aún puede verse en el matasello. Dos buenos hombres habían, respetándose, mutuamente, sus creencias. A los dos: Que la tierra os sea leve.
Han transcurrido muchos años y, al vivir esta semblanza de Besteiro, siento que algo aún nos falta y está / sigue presente en nuestra piel de toro. En el teatro Pavón, sufriría esos desgarros de la contienda de tres años como tres siglos, ante el hombre ético y machadianamente bueno. Ahora, en esta España nuestra, algo sigue oliendo a podrido – no en Dinamarca – en España. Quizás Arthur Miller, en una representación, me /nos recuerde:”¡Colgadlos bien alto sobre el pueblo! Quién llore por estos, llora por la corrupción!” Por eso, ¡aprended! ¡aprendamos¡ de Julián Besteiro.
Juan Antonio Pérez Mateos, escritor y periodista.






