Tiempos de mano de hierro aunque “Dictablanda” llamasen a la dictadura ejercida por el espadón Don Miguel Primo de Rivera, con el consentimiento de Alfonso XIII, bisabuelo del que será investido rey el próximo 19 de junio. En diciembre de 1925, asume la alcaldía del lugar Salustiano Dosado Caletrío, al que el emblemático y campechano maestro de escuela Don Juan Blanco Redondo le colocaría el apodo de “Lerroux”, pasando a ser, ante sus paisanos, Ti Salustiano “Lerrú”. No acabaría su legislatura Salustiano. Con fecha de 14 de julio de 1928, llegó un oficio al Ayuntamiento por el que el Gobernador Civil de la provincia le destituía como alcalde y concejal y le imponía una multa de 250 pesetas. Una cantidad desorbitada para un pequeño agricultor y ganadero de un pueblo minifundista. Todo porque, al parecer, había permitido, en connivencia con el secretario, la capea celebrada el día de San Antonio. Pero, en el fondo, subyacía la animadversión de un Gobernador Civil, perteneciente al bando de la Unión Patriótica, contra un alcalde que se le había ido de las manos.
Ti Salustiano había optado por pasarse al partido Republicano Radical de Alejandro Lerroux (de aquí el mote de “Lerrú”) y, detrás de él, se llevó a varios de sus concejales, como Rafael Rodríguez Calvo, Florentino Sánchez Clemente y Pablo Alfonso Corrales. Nunca se lo perdonaría la derecha conservadora. Cuando se presentó ante el Gobernador, viendo que no le retirarían la multa y que le arruinaban económicamente, se plantó firme ante él y le dijo: -“¿Sabi usté que le diju el tiempu al amu de lah ovéjah pol no habéli dau el borregu que le prometió? Poh miri usté, le diju éhtu: “Ántih que acabi abril, habráh de il con loh pelléjuh al hombru y loh cencérruh al cuadril”. ¡Acuérdise, señol Gobernadol, qu,he emplazau quea a treh áñuh y, aluegu, ya no valdrán apáñuh!”
Y antes de los tres años, la monarquía de Alfonso XIII se había ido con viento fresco y España era republicana. No marró Ti Salustiano, el hijo de Ti Antolín Dosado Calvo y de Ti Agustina Caletrío Barroso, que había visto la luz en la efemérides de San Sabiniano de 1894.. Numerosos cargos de la Unió Patriótica y otros allegados fueron juzgados en la Comisión de Responsabilidades del Senado Republicano, constituido en Tribunal, siendo condenados a penas de destierro e inhabilitación.
Llegó la II República por aclamación popular y la familia real española puso pies en polvorosa. Y, ahora, estamos en vísperas de que ciertas fuerzas políticas dejen expedito el camino para que se ponga la corona otro miembro de la misma dinastía borbónica. ¡Ay de la herencia de sangre y su lastre antidemocrático! Porque nadie podrá argüir una sola razón para demostrar que los regímenes monárquicos tienen algo de democráticos. Pero para salvar tales escollos están los poderes financieros, políticos y económicos. Y mediáticos, ya que asombrados nos hemos quedado muchos ante el arrollador despliegue de gran parte de los medios de comunicación porque el rey Juan Carlos abandona la corona. Páginas que antes se refocilaron con las regias cacerías de elefantes en Botswana o de osos en Rusia, con las andanzas de la aristócrata Corinna zu Syn-Wittgenstein o con los bólidos regalados por los sátrapas medievales del Golfo Pérsico al monarca español, ahora dicen digo donde antes dijeron Diego. Y si se sobrepasan, acuden a galope tendido los censores de turno y les cortan la lengua a la portada de la última revista satírica “El Jueves” y a ciertos periodistas del periódico “El Mundo”. Hasta “El País” y la cadena “Ser” sacan a relucir encuestas sobre el mucho cariño que profesan los españoles a sus queridos reyes y sucesores, cuando hace cuatro días, como quien dice, todos los sondeos daban un rotundo suspenso a la monarquía, de modo fundamental las generaciones más jóvenes. Incluso se atreven, como ha hecho TVE en un vídeo que nos lo ha metido hasta en la sopa, a mutilar aquella frase de “guardar lealtad a los principios que informan el Movimiento Nacional”, que pronunciara Juan Carlos cuando juró su cargo de rey ante Las Cortes franquistas. Juramento al que le respondió el presidente del Consejo de Regencia, Alejandro Rodríguez de Valcárcel y Nebreda: “Si así lo hiciereis, que Dios os lo premie, y si no, os lo demande”. ¿A qué extrañar que algunos llamen perjuro a tal monarca?
El 15 de noviembre de 1939, aquel prohombre llamado José Ortega y Gasset escribió en el diario “El Sol” una frase que ha pasado a la historia: “Delenda est Monarchía”, o lo que es lo mismo: “Destruida sea la Monarquía”. Nosotros, hoy, hablamos de “Qualis rex, talis grex”. Pero para evitar que la grey continúe contaminando lo más sagrado de la democracia, que eleva a los hombres a la categoría de Padres de la Patria por la fuerza de los votos y nunca por la sangre que corre por sus venas, consideramos que el pueblo tiene que optar entre Democracia y Monarquía. Y que nadie nos venga con el cuento de que lo que no está en la Constitución es agua en una cesta, porque en dicha Carta Magna están el derecho de todos los españoles a una vivienda y a un trabajo dignos y esto es mentira y auténtico papel mojado.
El establishment español ha visto moros en la costa y ha perdido el trasero para propiciar la abdicación de ese rey al que el “The New York Times”, que no es ningún panfleto antisistema, le calcula un patrimonio cercano a los 2000 millones de euros. Se hace preciso colocarle cuanto antes la corona al heredero. De haberse esperado un tiempo, casi con toda seguridad el bipartidismo haría agua por todas partes y el asunto se pondría harto difícil. Julio Anguita, aparte de afirmar que a raíz del 25-M “se han desatado las lenguas viperinas, menos educadas, de la derecha reaccionaria”, también ha afirmado que tal fecha “ha acelerado la decisión del rey, que ha cumplido el papel de la farsa en el montaje de la operación”. El bipartidismo PP-PSOE solo obtuvo, en las pasadas europeas, el 21,6% de los votos. La representatividad del parlamento comienza a ser puesta en tela de juicio. La mayoría social ha tomado otro rumbo. Increíble que el PSOE, de hondas raíces republicanas, apueste, salvo honrosas excepciones, por mantener un régimen que encabezó una persona designada por el dictador Franco y que, en octubre del 75, aplaudía y asentía, junto a él, asomado al balcón de la plaza madrileña de Oriente, los últimos fusilamientos perpetrados por tan sangriento régimen. Solo por el respeto a los miles de socialistas que murieron defendiendo la República, deberían tener otras miras y otras alturas. Su desmoronamiento está a la vuelta de la esquina.
Ti Salustiano “Lerrú”, nieto paterno de Ti Anselmo Dosado Miguel y de Ti Fabiana Calvo Hernández , y materno de Ti Lorenzo Caletrío Miguel y de Ti María Barroso Esteban, emplazó al Gobernador Civil de la provincia al cabo de tres años. Puede que la grey, en buena coherencia democrática y haciendo uso de su madurez, actúe responsablemente y dé paso a un pleisbicito para elegir entre Democracia y Monarquía. Nuestro emplazamiento no llega a los tres años. El divorcio entre el pueblo y la vieja política ya se ha iniciado. Salid a la calle y preguntad a nuestros mozos. Ellos no están dispuestos a que se insulte a la inteligencia. Están más que hartos, como decía el siempre bien recordado José Luis Sanpedro, que “el sistema haya organizado un casino para que ganen siempre los mismos”. No quieren ellos farsas democráticas, sino, posiblemente, parafraseando a mi buen amigo el pensador, historiador y escritor Félix Rodrigo Mora, “una República que repudie el sentido burgués de la vida y propicie una revolución integral”. Nelson Mandela también lo expresaba muy claro: “Si no hay comida cuando se tiene hambre; si no hay medicamentos cuando se está enfermo; si hay ignorancia y no se respetan los derechos elementales de las personas, la democracia es una cáscara vacía, aunque los ciudadanos voten y tengan un parlamento”. Los fastos y oropeles de La Casta, tan interesadamente promocionados estos días a bombo y platillo por los que forman parte de la misma, no tienen ya cabida en la vida plenamente democrática del siglo XXI.