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RELIGIÓN O ¿ CULTURA ?

OPINIÓN
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[Img #37102]Hace unos momentos, veía en la televisión extremeña a un político de izquierdas, criticar la existencia de las clases de religión en los centros educativos.  Si se mira en su contexto más cerrado, puede,  que hasta tuviera razón,  las clases de religión deberían ser un asunto a desarrollar en Iglesias, mezquitas o sinagogas, no en la educación pública, pero si se mira cultural e históricamente, quitar unas clases de cultura religiosa de la enseñanza pública, es convertir en analfabetos históricos y culturales a nuestros alumnos.

 

Hay libros que resultan imprescindibles si queremos entender nuestros orígenes culturales, y como nación, tales como la Bíblia y el Nuevo Testamento, cuya lectura debería ser obligatoria, tanto en las especialidades de ciencias, como, y sobre todo, de letras. No he entendido nunca las enormes colas para contemplar  el Museo del Prado, o la misma Antológica del Greco, si los que aguantan pacientemente horas, no se van a enterar  prácticamente  de casi nada. En España posiblemente hasta la primera mitad del s. XX, un setenta y puede que hasta un ochenta % de todo el arte que se produjo, es de origen histórico o religioso, ya fuera de representación cristiana como, mitológica. Hay por lo tanto unos libros que deberían ser básicos, para todo aquel que se dedique al arte, o que quiera comprenderlo. Y estos son, un libro de Mitología, por el que conocer cuáles eran los  nombres de los dioses y sus atributos, imprescindible para los amantes del arte romano o griego. La Biblia y el Nuevo Testamento, cuyos personajes aparecen muy frecuentemente en la iconografía, de la pintura y escultura  clásica. Y ya puestos , “El libro de la leyenda dorada, o aurea”, de Santiago de la Vorágines del S.XIII, un fraile, arzobispo de Génova, que aportó los elementos de identificación de los santos y cuya obra, fue fundamental en todos los talleres de los pintores del mundo occidental, y evidentemente si queremos conocer el significado profundo de lo que estamos viendo, o al menos entenderlo, hay un libro imprescindible, la Historia, incluso la de la Iglesia, porque ella fue el cliente más importante de los artistas desde el s.IV, cuando se produce el edicto de Tolerancia y la religión cristiana  se convierte en la preponderante hasta casi la actualidad. A esto podríamos añadir un libro más, uno de simbolismos, aunque eso ya es para nota. Definir un libro sólo por su aspecto, sin abrirlo y leerlo, es quedarse evidentemente cortos. Mirar un cuadro fijándonos sólo en su “artesanía” su factura, es quitarle su valor como elemento de arte.

 

[Img #37103]No hay cosa que más me llame la atención, que cuando a los concursantes de “saber y Ganar”, un programa de la 2, les preguntan cosas de religión tan básicas como; ¿A quien entregó Dios las tablas de la ley? Y que  fallen todos, cuando son capaces de adivinar el autor de novela más rara del mundo, que como máximo habrá vendido veinte libros y eso porque se los ha comprado la familia.

 

Siempre aquellos que quieren imponer sus ideas, convirtiendo en pensamiento único  sus puntos de vista, ya sean nacionalistas o ultras, de un cariz u otro, pretenden que el ciudadano sepa lo menos posible de sus orígenes culturales e incluso anímicos, eso los hace débiles, el anticlericalismo suele ser uno de los elementos más utilizados en estos intentos de manipular, porque es fácil y cala. Aunque como dice un viejo dicho; “Los curas son como los aviones, hay miles haciendo un gran servicio, pero sólo se habla de ellos cuando se caen”.

 

En una España en la que el arte nos rezuma por los poros y que ver un cuadro es como ver un libro, podemos ver su exterior pero si no sabemos leerlo, nos quedaremos sin conocer su contenido, ¿pretenden que seamos analfabetos, quitando las clases de cultura religiosa? A mí me gusta la mitología, pero no me veo levantando un altar al dios Mitra en casa. La gente debe conocer los libros religiosos que conforman toda nuestra cultura y convivencia civil, luego que hagan lo que quieran. Atacar esta idea es pretender  que no sepamos de dónde  venimos, para que así, el profeta de turno, nos pueda decir, sin oposición alguna, a dónde quiere llevarnos.


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