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LA NOVIA DEL CONSERJE

OPINIÓN
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Diez minutos antes de la hora de salida llega altiva y preciosa la novia del conserje a poner a media oficina con la libido por las nubes; ella lo sabe, de sobra lo sabe, lo adivinó la primera vez y desde entonces deja muestras inconfundibles de su seducción a todo lo que se mueve, hasta que se topó con el jeta en el ascensor y se le precipitó como quien ha ganado un premio en la tómbola de Cáritas. Ella apenas insinuó dos palabras extrañas y se dejó hacer.

 

         El conserje es un chico de bien, licenciado en matemáticas y aficionado a las tardes de bolera, con su troupe de siempre; se ha encariñado con la inactividad y vive más del cuento que de la razón. Pero tiene los celos por los zapatos y ni siquiera adivina la capacidad de atracción que ejerce la novia en el contexto de su propia oficina. Un día llegará a saber de todo cuando sea tarde para arreglarlo. ¡Qué importa!.

 

         Nadie ha conseguido acrecentar los niveles de producción por los mil inconvenientes de toda la vida más la crisis; la empresa delira, está dormida en un limitado número de clientela fiel, antigua y caduca, que compra lo justo para las tiendas del barrio y la soledad habita en la cámara de la caja fuerte donde ni humedad ha quedado. El gerente, que ha hecho vista gorda a los arqueos en muchas ocasiones, ha propuesto crear un departamento comercial en regla y ha pensado en la novia del conserje para que lo dirija. En un año las ventas han subido sorprendentemente y hasta casi lo inimaginable, en un porcentaje directamente proporcional a la subida de la libido de los empleados de la oficina. Y punto.


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