El semáforo está de color verde pero no avanzamos. Se vuelve a poner rojo y seguimos igual, así llevamos un rato, a estas horas el centro es intransitable. Nervios, malos humos, ya no sabemos qué hacer. En la radio, lo mismo de siempre: tráfico lento ¿lento? ¡mentira! Estamos parados desde hace más de media hora, a saber de dónde sacan la información.
Cambio de posición el objetivo de mis retinas y veo que cruza la calle una chica vestida de negro con la cara muy blanca y profundas ojeras como si llevara semanas sin dormir. No sé si va a un funeral o si es de la familia Adams o de los Zapatero pero os aseguro que me la encuentro por la noche por una calle oscura y salgo corriendo. Va paseando a su perro también negro como el azabache, aunque confieso que al principio me costó vislumbrar al animal, no estaba segura de si era su propia sombra o si se le había enganchado el felpudo a la falda que también llevaba arrastrando por el suelo.
El tráfico comienza a fluir, el rostro de la persona del coche de atrás ha cobrado de un aire decidido y de forma precipitada se ha dispuesto a arrojar algo por la ventanilla de su coche.Yo cierro de inmediato la del mío y piso el acelerador.