GUACAMAYOS

              “Hijo del pueblo, te oprimen cadenas/y esa injusticia no puede seguir./Si tu existencia es un mundo de penas,/antes que esclavo, prefiere morir”.  Preciosa canción que escuché unas vacaciones navideñas cuando andaba merodeando entre las zarzas y ruinas del lagar aceitero de “Los Caletríos”.  La tatareaba Basilio Hernández Fernández, que en el lugar se le conocía por Ti Basilio “Pitorra”.  En aquel tiempo yo no sabía nada acerca del himno anarquista “Hijos del Pueblo”.  Pero Ti Basilio, el hijo de Ti Trifón Hernández Rina y de Ti Juana Fernández Hernández, me dio pelos y señales en aquella soleada mañana de diciembre.

 

     El paisano, que había visto las primeras luces el último viernes de mayo de 1906, se remontó al Domingo de Antruejos de 1925. Una persona, relativamente joven, se dejó caer por aquellos andurriales.  Decía ser ingeniero de minas y traía muchos mapas bajo el brazo.  Basilio iba camino de los 19 años.  Los dos coincidieron en una vieja taberna.  Le debió caer en gracia al ingeniero la figura de Basilio y, al atardecer, el paisano hizo el hato y se fue con él.  “Se llamaba don Domingu, peru le dicían “El Guaji” -me contaba Ti Basilio.  Y me seguía explicando: “-S,había criáu pa lah Ahtúriah de Oviedu y era una de lah mejórih presónah que arrecuerdu, un tíu echáu pa,lantri.  Cuandu m,enteré que lo habían arrahtráu atau a la cola de un mulu y, dihpué, pol sel de la CNT, lo habían acabáu de rematal, me se cayerun únah glárimah cumu púñuh”.

 

     Ti Basilio, el nieto paterno de Ti Luis Hernández y de Ti Miguela Rina, prosiguió hablándome de que aquel ingeniero anarquista le enseñó a leer y a escribir y, con él, estuvo dos años trabajando en viejas minas de oro en los parajes de “Navalajara”, cerca del pueblo de Villanueva de la Sierra, y en la zona del arroyo “Fresnedoso”, entre Perales del Puerto y Moraleja.  Las minas estaban en los terrenos de los herederos del que fue conocido cacique, terrateniente y oligarca cacereño Laureano García-Camisón Domínguez, nacido en Villanueva de la Sierra y que llegó a ostentar el cargo de médico primero de la Real Cámara de Alfonso XII.

 

     “Tó lo que sé de mínah y de minerálih –continuaba relatándome Basilio- se lo debu a él.  ¡Qué labia tenía!  Tó su empeñu era sacal a la clasi baja de la miseria, peru lo tenían entri oju y na máh que le sacaban cuéntuh y mentírah.  Loh rícuh no lo podían ni vel y cuasi múchuh próbih igual, que éhtuh ehtaban engaforráuh y acobardáuh pol loh rícuh y repetían cumu lorítuh lo qu,éhtuh le dicían”.  Y me hablaba de las palizas que le dieron, en Coria, al ingeniero unos matones contratados por los terratenientes.  Acabó por marcharse a trabajar en una empresa minera de la ciudad de Béjar.

 

     Recordando aquellos relatos de Ti Basilio “Pitorra”, el que por el lado materno era nieto de Ti Ángel Fernández y de Ti Isidora Hernández, me trepa por el cerebelo la actual y polémica figura de Pablo Iglesias Turrión, el emblemático paladín de “Podemos”.  Han digerido muy mal ciertos partidos de todos los espectros la sangría de votos experimentada en las últimas europeas y han buscado un chivo expiatorio.  A Pablo le han colocado el infamante sambenito y lo han puesto en la picota.  Y tras esos partidos políticos, culpables, en su mayoría, de haber empobrecido a las clases medias y miserabilizado a las más bajas, ha llegado toda una legión de individuos, con los riñones bien cubiertos, que le han dicho de todo menos guapo.  Así, el conocido bodeguero y cantante Bertín Osborne, el que se declara como íntimo del controvertido expresidente de la Generalitat Valenciana, Francisco Camps (al que considera una persona honorable y maravillosa), ha perorado incisivamente sobre la “oscura trama” que une a Pablo Iglesias con los intereses bolivarianos.  No es de extrañar tal cosa de este personaje, que ya, en su día, hablando del movimiento 15-M, dijo que era una “gilipollez” y una “soplapollez”.  Y hace escasos lunas, en una entrevista venía a decir que había que sacar a los actuales gobernantes de Venezuela a ladrillazos, como si acaso no hubieran sido votados por el pueblo y con el reconocimiento de todos los observadores internacionales que asistieron a las elecciones legislativas de abril de 2013, entre ellos diversos políticos españoles con representación parlamentaria.

 

     Al igual que los pobres loritos que repetían, con inconsciente verborrea, las consignas de los poderosos y de los que nos hablaba Ti Basilio, así escuchamos hoy a otros guacamayos en la mayoría de los medios de información.  Incluso periódicos hay que han escondido los sondeos realizados últimamente por Metroscopia, donde se refleja el imparable crecimiento de “Podemos”, que se ha erigido en la fuerza con mayor intención de voto declarado y la que más margen de crecimiento tiene.

 

     A la condesa de Bornos y grande de España, doña Esperanza Aguirre y Gil de Biedma, en su cúmulo de improperios, solo le ha faltado decir, igual que al periodista Eduardo Inda (acusado y condenado, en más de una ocasión, por crecerle sus napias de Pinocho), que Pablo Iglesias Turrión es el nuevo Atila moderno y que sus huestes donde pisen no volverá a crecer la hierba.  Recientemente, el pasado día 11 de los corrientes y en el camping de El Escorial, nuestro conocido Carlos Floriano, afirmaba que “Los de Podemos quieren subvertir la democracia para imponer un régimen totalitario”.  Atrás  no se queda Rosa Díez, la de UPyD, que tiene la osadía de establecer grandes paralelos entre “Podemos” y la formación francesa de extrema derecha que capitanea Marine Le Pen.

 

     Como no podía ser por menos, también ha tenido que terciar en el asunto el multimillonario y ¿socialista? Felipe González, considerando que sería “una catástrofe para España que pudieran triunfar alternativas bolivarianas inferidas de utopías regresivas.  Otros guacamayos (dicho sea sin acritud: Felipe dixit), como la baronesa andaluza y no votada Susana Díaz, ha dejado caer que “hay medidas de “Podemos” que nos llevarían al corralito”.  Detrás ha salido otro guacamayo (con respeto, por segunda vez), no sabemos si azulamarillo o macao, que ha dicho bien alto, para que le oigan, que “si “Podemos” sube al poder, ocurrirá otra crisis como el crac del 29”.  Palabras pronunciadas por el socialista que votó a favor de los abismales sueldos de los directivos de Bankia y, luego, en contra de investigar las causas de la quiebra financiera de tal entidad.  Nos referimos a Pedro Sánchez Pérez-Castejón, elegido hace cuatro días secretario general del PSOE.

 

     Guacamayos revoloteando y chillando alrededor de Pablo y de la gente de “Podemos”, al igual que lo hacían otros sobre la cabeza de aquel ingeniero cenetista al que llamaban “El Guaje”.  ¿Y por qué son siempre los mismos guacamayos?  Antes, eran los caciques de los pueblos, la alta burguesía, los terratenientes, los sindicatos libres o amarillos y el pistolerismo empresarial.  Hoy son los que aplican al dictado los mandados de la Troika, los que siguen manteniendo los paraísos fiscales, los ricos que no pagan los impuestos que debieran, los que no quieren auditar ni a los banqueros ni a la deuda, los que se cruzan de brazos ante los desahucios, los que viven a cuerpo de rey en grandes mansiones, los empresarios que quieren atornillar aún más a los obreros, los que pertenecen a partidos que están enlodados hasta el cuello o los políticos que ven peligrar sus privilegios.  O sea, todos los que de una manera u otra han indignado al pueblo.

 

     Un periodista tan poco sospechoso y que no tiene de preferido al color rojo (o rojinegro) como Luis María Ansón, escribía en “El Imparcial” cosas como éstas: “Pablo Iglesias ha dado una soberana lección al renunciar a la dádiva (le correspondía una subvención de más de un millón de euros por los votos obtenidos en las europeas).  Socialistas, populares, comunistas, centristas y periféricos callan como putas y continúan genuflexos para favorecer el trato y beneficiarse de las pingües subvenciones acordadas.  Pero Pablo Iglesias los ha dejado en evidencia.  A todos”.

 

     Ti Basilio “Pitorra”, al que un paro cardíaco se lo llevó el día de San Macario de Antioquía de 1981, derramó sinceras lágrimas al enterarse del asesinato de don Domingo, el ingeniero de minas.  Seguro que sonreiría ahora al percatarse que la semilla igualitaria y fraternal sembrada en tiempos por algunos comienza a brotar en muchos campos de España.  Nunca es tarde, si la dicha es buena.