Esto sigue tan mal como para no morderse la lengua: los osados políticos cursan sus estudios en demagogias y corrupciones, la judicatura al servicio de la casta para aprehenderles de los privilegios sin lograrlo, la luz dejando de estar en los cabezales de los más necesitados, los medicamentos faltando en las recetas de los enfermos, las hipotecas mordiendo cada mes más que el hambre, los bancos obteniendo beneficios del mal ajeno, los golfos anclando sus premisas en las estaciones más lujosas, los presidentes que gobiernan esta desgobernanza, sin soltar una lágrima, las mujeres de los poderosos con sus trajes de piel de billetera robada restregando al diestro y siniestro de la ironía los insultos más soeces, los pueblos encerrados en miserias, los votos calentando sus mangas para perdonar a toda la chusma, los votos intentando enmendar los currículos de los ineptos, los basureros llenándose de ojos, los ojos llenándose de basureros, la vida consiguiendo ser cada día más incómoda de llevar, el salario digno sin aparecer en los escaparates del Parlamento, los ministros sin enterarse de que la recuperación no ha llegado a los obreros, Hacienda sin olvidarse de recaudar en permanente usura, los listos sin saber a dónde volar, los menos listos sin saber, los torpes sin, los pronósticos sin cumplirse en el medio frágil, todos los habitantes de esta quejumbrosa tristeza sobreviviendo en un estado permanente de cabreo.
Ha llegado el agua más arriba del cuello para quienes protagonizan las escenas menos vistosas de esta obra rota y manipulada por mercachifles del desorden y la ignominia. Y la sociedad perjudicada se asusta de la rebeldía y acude al silencio. O serán demasiados los componentes de la casta o serán también inmunes de algo, corresponsables de todo o pelotas de la mentira; o será que alguien finge una libertad suficiente, ríe, se mofa, se olvida o maldice a cuanto maldito pone su grito en los oídos de dios, o será que nos hemos vuelto locos en un masoquismo colectivo y aguantamos el maltrato como mal menor a nuestro despiadado destino. O será que rozamos colectivamente la tontura.