La Compañía Cambaluz Teatro del Ateneo cacereño estrenó en el Gran teatro, en la fría tarde dominguera del 16 de noviembre, la obra premiada por FATEX en el 2010 Mírame, de Claudio Martín y dirigida por Juan Merino, que convalecía de una delicada operación y pese a ello hizo un gran papel dramático como un buen padre.
Nada más abrirse el telón, una voz grave en off, la del citado director, recita un ambiguo Prefacio, que hubiera sido preferible haberlo dicho al final como triste epílogo, al tratarse de un padre que acaba de perder a su hijo y que recoge la desesperanzada justificación de la fatídica amante de su hijo, el cual acaba de fallecer.
Por lo tanto, en dicha obra se plantean las dramáticas consecuencias de una frustrada relación amorosa entre dos jóvenes, que se refugian en un lóbrego sótano, atestado de basura, único atrezzo junto con un enrejado ventanal. El violento desencuentro juvenil, protagonizado por un apasionado y gesticulante Romeo, desigualmente interpretado por el joven cacereño y estudiante en la RESAD madrileña, Rodrigo Arahuetes, que apabulla y anonada a su amada Julieta, la casi afónica Estefanía Ramírez, por lo que fue protestada en alto por varios espectadores que no escuchaban sus musitados parlamentos.
Ella le abandona por sus maltratos y pide auxilio a un sanchopancesco viandante, con una convincente interpretación de Santi Cano, quien, arma en ristre y muy tenso, le dispara nerviosamente y mata al infortunado joven. Al oír la detonación, aparece un serio comisario, que enseguida, algo afectado, intuye la cercanía afectiva hacia la víctima, al encararse violentamente contra el apocado asesino. Dicho policía, magistralmente interpretado por el veterano director Juan Merino, le reconoce como su hijo, al que acaricia tiernamente y consigue con sus lágrimas reales emocionar hondamente al público.
Al final vuelve a salir citada amante para unirse afectivamente a tan desolado padre, al que le pide perdón por haber ocasionado tan luctuoso desenlace, pese a que ella no estaba nada segura de su amor. Un reportero, Teyo Rodríguez, cierra la función haciendo unas policiales instantáneas del malhadado joven, mientras suenan no muy recios unos cuantos aplausos del numeroso público, que salía impresionado del tamaño drama y algunos molestos por no haber podido escuchar bien a la joven pareja.