VALERIANO “CUMPLE” CIEN AÑOS

[Img #40344]Nunca faltarás de nuestro lado, querido Valeriano, Valeriano Gutiérrez Macías, ahora que “cumples” cien años, no sé cuántos de ausencia, pero que estás aquí, entre las nubes de la ausencia /presencia, porque contigo nuestra vida era un escaparate de humanismo, tú que amabas las estrellas del Ejército y, sin embargo, eras hombre de paz en la guerra, y sabías del dolor de aquella batalla que siempre estaba en ti – la de tres como tres siglos -, tú que llevarías mariposas y petunias en los gatillos, que verías a los hombres de la “otra España” y orillabas, entonces, el arma junto a un riachuelo, y quizás te quedaras dormido junto a los peces. No, no me imagino a Valeriano – sobra el Gutiérrez Macías – bélico, no, porque eras, querido nuestro, un lírico que llevabas a Gabriel y Galán en las estrellas, que sus/ tus versos los derramabas como el poeta de Frades o del Guijo de Granadilla, en pleno Cáceres, os reuníais los cazadores de metáforas y dejaríais sobre el Paseo de Cánovas, en su estatua, los versos nacidos de los grillos de la dehesa, del numen que envolvía las encinas, o de aquel Alagón que plantaba en sus riberas la lírica de las hojas de tu tiempo, Valeriano de Veguilla de Soba – Santander -, con tus últimos días en esos páramos manchegos que quizás no inspiraran tu numen, más hecho a la figura de Don Quijote, aunque, paradójicamente, tú tendrías algo de Sancho, y sufrirías con los Rocinantes de La Mancha, la mancha de fuego y pólvora, la que te dejaría su tatuaje, tu andadura por las calles de Cáceres, la ciudad humanista, que te veo y recreo frente al Gran Teatro en una ceremonia de adioses, cuando aún los hombres decían: “adiós y con Dios” y la pausa no se había desprendido de nosotros.

 

Ese Cáceres tuyo y mío, tu casa de General Margallo – ya ves un general -, donde yo soñaría con otros mundos, que quizás estuvieran en este, en tu avaricia literaria, en la simbiosis de las armas y las letras, caballero de esas aceras, que no sé con qué retardo llegarías a casa, cuando Cáceres aún estaba envuelta en celofán de humanismo…; y esperarías como sólo esperan los líricos la llegada de la nieve o de la primavera, arrancarle sonetos a las ramas o encender la hoguera de endecasílabos a la estatua del lírico de Frades, ese 6 de enero, en Cánovas.

 

Qué ratos no pasaría yo en tu lar / vuestro lar, con tus hijos y Dorita, en aquella casa de Margallo o en la cercana de Cánovas, días cuando éramos primavera y nuestros ojos se llenaban de estrellas – tú las llevabas doblemente – en tus ensueños y en el traje militar…., y por allí andaban tus hijos y tu niña; y Juanito – Juan de la Cruz –, Borjita – Francisco de Borja. Y algo, que sí quiero decirte: cómo eras absolutamente moderno, que diría Baudelaire; que estabas con nosotros, cuasi imberbes -, conmigo en Plasencia y la presentación de mi libro “Las Hurdes, clamor de piedras”, cuando el regidor quiso prohibir el acto, qué pacatos, pobres de espíritu. Eso quizás, Valeriano, te haría más joven o a nosotros nos rejuvenecerías.

 

Qué lejos y, paradójicamente, nos queda ese tiempo dorado / Dorita como estas hojas que extienden tu Cánovas de oro y crujen, levemente, como si contaran nuestros pasos. Sí, Valeriano, hijo del Dios Jano, quizás ahora que cumples “cien años”, no sé cuántos de ausencia, en este bosquecillo de pasos que no brotarían, pero nos queda su claridad sonora, aunque solo sea lejanamente.