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COMO TE AÑORAN, RAMON, TUS BELENES

OPINIÓN
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[Img #40927]Desde que nos abandonaste, querido Ramón, Moncho querido, a nuestras Navidades le falta el calor de tus palabras, las palabras que dejaste en nuestras humildes caracolas, que el tiempo no pasa, pasamos nosotros y, cuando escuchamos el eco de una zambomba, vienes tú en el aire, porque eras esencialmente navideño, unido a tu profesión por mandato de Pitágoras, de eso tan prosaico como ver y revisar el dinero del Tribunal de Cuentas, que tiene hasta estación de Metro y, en frente, una fachada de Churriguera, donde quizás esté difuminada tu figura, imagen de mocetón juvenil y dinámico, pionero español en volar entre cielos lejanos, siempre con tu figura atlética, una mano en el bolsillo y una afición desbordante por la palabra, que tú, de haber nacido en otra época, habrías enriquecido la vieja Grecia o la vieja Roma, por esa dicción y amor por la palabra, fácil y amena, muy amiga del diálogo y buscar, sin embargo, la discusión para que nos dejaras un poso, hacernos pensar, buscarle sentido quizás al sinsentido humano, muy tuyo, como si Cicerón – mira si hace siglos -, te hubiera hecho honorable descendiente, y añoraras el ágora ateniense.

Sí, habías nacido con el don íntimo de la palabra, que  convertías el viaje en un suspiro, tan indiferente al paisaje. Eras, querido Moncho, como una presencia conmovedora, porque, con tu dialéctica unamuniana, nos llevabas a ella, a prescindir de la mirada del alcornoque, de la vejez del olivo, de la belleza paisajística con el vuelo de tus vocales, que me / nos hacías crear un viaje filosófico, lejos de tender la mirada en la cúpula de las encinas o de los chopos. Qué sé yo.

Por estas fechas, especialmente, llora mi corazón tu ausencia. A tu hermano Carlos – gran humanista – también, a Estrella y a David, en suma a los tuyos y a quienes admiraban tus dedos por los belenes y el musgo. Que tus viajes, además, de tu buen oficio en el Tribunal de Cuentas, viajaban contigo, entre las nubes,  todos esos tesoros como un pastor de la Mesta que te traías esas bellas figuras y volaban contigo y, después, sonaría la zambomba en los sitios más increíbles. Y, en el paisaje de la memoria, tú y tus belenes, en el Retiro madrileño – magna exposición –  o camino de la catedral de Coria – Cáceres – allí expuestos  o en Coria o en el molino de mi abuelo Melecio – qué marco y qué belleza -, y la felicidad que nos diste, además, a chicos y chicas escolares. Y ahí, querido Moncho, eras, sin embargo, otro ser – aún en la sombra, que no querías protagonismo -, como si llegaras de Belén, porque tú, en realidad, eras de otros pagos, aunque fueses verato. Mucho bueno diría de ti, de tu saber y gobierno en el Tribunal de Cuentas, el profesor Velarde.

Desde que te fuiste, no quiero saber el tiempo transcurrido, pero cuánto duelen ausencias como la tuya, cuánto duelen. Qué bien estarás acompañado en una Arcadia celestial con ecos de zambombas y, aquí, sin embargo, tus Belenes, pastorías sobre los verdes campos del Edén, no han vuelto desde que nos dejaste. No sé en qué corralito estarán o, vete a saber, si no se han ido contigo entre las nubes; y no sabes qué orfandad tenemos – Carmela, tus hijos, Desiré, Paloma, Eduardo y Javier; tus hermanos Carlos,  Guadalupe, Conchita, Luis Marcelo, Meli, Juan Ignacio y Susana.- Nunca imaginaría yo, como un recuerdo tuyo, abriría tanto mi corazón como para que habitaras siempre en él.

** Ramón Muñoz era un apasionado coleccionista de Belenes y, como viajó mucho, lograría hacer una colección valiosísima. Los expondría en Instituciones importantes. La última exposición fue en la Casa de Vacas, en El Retiro madrileño, que sería visitada  por unas veinticinco mil personas y, durante las Navidades, en la Casa del Vidrio de La Granja de San Ildefonso.      


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