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BARRA LIBRE PARA TODOS

OPINIÓN
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[Img #40978]Cuando fui redactor encargado de la sección de Tribunales de El Periódico Extremadura, allá por finales de los años 90 del siglo pasado, me apasionaba lo sencilla que hacían la Justicia desde el primer administrativo como el presidente del Tribunal Superior de Justicia de Extremadura, Ángel Juanes Peces, hoy vicepresidente del Consejo General del Poder Judicial, quien no cejó en su empeño hasta conseguir el Palacio de Justicia de Cáceres. Ángel no se molestará conmigo ni dirá que miento si afirmo en este momento que, cuando yo iba con prisas, me daba miedo entrar en su despacho siquiera a saludarle, pues me volvía a sacar todos los planos encuadernados y me pedía mi opinión. “Todo muy bonito, presidente” y me marchaba zumbando a la Central donde ya me esperaba Félix Pinero con cara de pocos amigos, y con razón, porque no sabía si llevaba una jugosa exclusiva o más de lo mismo.

 

Fue una época apasionante porque el rival no era bueno era mejor y llevaba más años que yo en esto de la información jurídica. A Sergio Lorenzo, compañero y amigo del Diario HOY en Cáceres, no se le escapaba una, y aunque me ponía las cosas muy difíciles pero en buena lid me enseñó el oficio y me demostró que en la llamada competencia también te respetan si tú sabes respetar el trabajo que cada cual tiene que desempeñar.

 

Y es cuestión de respeto lo que nos ha traído a emborronar esta página, porque la Fiscalía del Tribunal Supremo ha decidido archivar las diligencias previas por un presunto delito de malversación de caudales públicos a raíz de una querella interpuesta por un abogado de Badajoz contra el presidente de Extremadura, José Antonio Monago Terraza. Todo viene, como supongo sabrán, por los viajecitos de trabajo y de placer que el mandatario realizó entre 2010 y 2011 a las islas Canarias, cuando era diputado en la Asamblea de Extremadura y senador del Partido Popular designado por la misma.

 

Nada se hubiese sabido de tales viajes de no aparecer testimonio gráfico de Monago Terraza en fiestas con una joven  colombiana residente en Tenerife llamada Olga María Henao. Nada, de no haber sido ella misma la que dijo que había sido novia del presidente del Gobex durante dos años y medio, y él no lo negó, mientras se suponía que Monago Terraza continuaba con su mujer. Menos aún si en lugar de apaciguar las aguas el político del PP no hubiese entrado como un elefante en una cacharrería al trapo de Henao y pedido al letrado mayor del Senado documentación que acreditase que sus viajes estaban justificados. Y para guinda del pastel, salía a la palestra el perejil de todas las salsas, Celia Villalobos, diciendo que los viajes de Monago estaban más que justificados porque él tenía su residencia en Canarias y no en Extremadura, como debiera ser preceptivo para un senador y diputado extremeño.

 

Todo esto no me llevó a presentar una querella criminal ante el Tribunal Supremo porque  desde el primer momento observé que no había un ilícito penal, pero sí dije, y lo mantengo, que José Antonio Monago Terraza es moralmente un corrupto porque aun cuando fuera verdad lo que dice la Fiscalía de que tenía libertad para moverse por donde quisiera con cargo a fondos del Senado, no es moral arrogarse esta prerrogativa para asuntos personales, pues, por esa regla de tres, volveríamos al salvaje Oeste y llegaría el más fuerte y tras pegarle la paliza a todo el que se le pusiera por delante diría: “Barra libre para todos”.

 

Yo no quiero que al presidente de los extremeños lo enjaulen en una celda como a la Pantoja, pero hay algo en política, y en la vida misma, que se llama moral, más teniendo un cargo de la importancia de Monago Terraza. Sus propios compañeros, diputados y senadores, le han afeado su conducta y cambiado los reglamentos de las Cámaras para que todo lo que gasten a partir de ahora sea controlado de principio a fin, aunque quien lizo la ley hizo la trampa.

 

 

En los momentos en que vivimos, donde se habla de “casta” y de “corrupción del sistema” por parte de una formación política emergente, término que se ha acuñado para no decir Podemos a las claras, la ética y la moral deben ser el pan nuestro de cada día. Lo contrario es dar pábulo al temor de las gentes de que todos los políticos son iguales y eso no es de recibo. José Antonio Monago no asesinó ni robó a nadie, pero no es un buen ejemplo a seguir para los extremeños porque su conducta ha sido del todo inmoral e inapropiada.

 

 

Con su “llena otra vez” la Fiscalía del Tribunal Supremo ha hecho un flaco favor al siempre rebobinado más de la cuenta José Antonio Monago, sobre todo en periodo preelectoral como el que nos encontramos, primero porque no desmiente la acusación de que utilizara fondos públicos para viajar donde le diese la real gana, argumentando que a los congresistas y senadores “se les permite viajar lo que consideren oportuno”, es decir, que hay manga ancha para hacer lo que les venga en gana sea o no en atribución del cargo; y segundo, porque Monago no podrá ya limpiar su imagen del todo, pues el ridículo que ha hecho y la situación en la que ha dejado a Extremadura a nivel nacional es imperdonable. Y es que, una vez más, un pobrecito extremeño tenía que ser el que diera el cante para disfrute de otras regiones…


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