HABLAR

Hablar, apoyado en la baranda, mirando la luz paseando por las calles. Hablar contigo que masticas la penúltima alegría. Hablar sintiendo pena propia porque tardan un año en volver las ferias de los libros. Hablar con el propósito puesto en esta única primavera que se acerca.

 

Ya se habrá dicho todo, ¿qué otra cosa queda por hablar?, habíamos hablado de las ilusiones, del amor, de la intolerancia; habíamos hablado mucho de la tierra, de la mar extensa, de los molinos de viento; hemos hablado hace poco del bienestar y de la crisis. Nada queda por hablar, acaso repetir la misma canción y volver a hablar de nosotros. O de los amigos o del tiempo. Repetir las palabras que se nos quedaron grabadas, repetir en el interior aquella sonrisa encontrada en cualquier sitio, repetir la bondad de aquella tarde.

 

Acaso volver a entendernos a través de los signos amables que son las palabras y formar un diccionario de capacidades en cada conversación para que nos cunda más el entendimiento que el enfado. Acaso hablar y hablar repitiendo que somos, que estamos, que hemos llegado, que apostamos por los sueños, que creemos en las utopías. Y hablar de la Paz para que de tanto hablarla se restablezca. Repetir un verso para que no se extingan las ferias de los libros, repetir los deseos para que se cumplan, repetir un “te quiero” para que no se acabe el amor.