El día de la mujer trabajadora no es una fecha huera creada por el comercio, ni puesta por nadie al azar. Se basa en una dramática historia ocurrida en la capital de EEUU (América) a principios del siglo XX y que voy a narrar de forma muy resumida.
El ocho de marzo de 1908, ciento veintinueve obreras textiles de la fábrica Cotton (Nueva York) se encerraron en su lugar de trabajo para proclamar las siguientes reformas laborales: una jornada de diez horas y un salario igual al de los hombres. El patrón ordenó incendiar el edificio para hacerlas salir. Todas permanecieron en sus puestos. Y murieron. Estas mujeres, debido a su heroicidad e infortunio, pasaron a la historia con el sobrenombre de las Rosas de Cotton.
Dos años después, en 1910, se convocó en Copenhague una reunión de mujeres socialistas. La revolucionaria alemana, Clara Zetkin, propuso celebrar el ocho de marzo como Día de la Mujer Trabajadora en recuerdo a las obreras textiles muertas. Se celebra por primera vez y de forma oficial en 1911 en Alemania, Austria y Suiza. En Rusia se conmemora la fecha en 1912 de forma clandestina. A España llega en 1977. Es una fecha recuperada por los movimientos feministas.
Durante siglos se le ha asignado a la mujer el papel exclusivo de ama de casa y cuidadora y reproductora de la especie humana. Gracias a la lucha, sobre todo de los movimientos feministas, las mujeres hemos conseguido el derecho al voto, ocupamos algunos puestos considerados tradicionalmente varoniles, compramos y vendemos inmuebles sin necesitar previa autorización paterna o marital…
Como soy mujer y me siento orgullosa de serlo, hace algún tiempo compuse un sencillo poema, precisamente, dedicado a mi sexo, a ése que durante siglos se le llamó erróneamente “sexo débil”. Lo expongo a continuación, en un día sumamente femenino, para quienes quieran leerlo.
LA MUJER
La mujer durante siglos
sólo estuvo destinada
a ser madre, fiel esposa
y perfecta ama de casa;
privada de voz y voto,
condenada a ser esclava
y en el jardín masculino
bella rosa perfumada.
Permaneció silenciosa,
en su asilo subyugada,
hasta el día que por ventura,
en plena y blanca alborada,
rompiendo todo temor,
y, aleteando las alas,
emprendió muy arduo vuelo
hacia la tierra soñada.
Hoy surca cielos y mares,
observa bonitas playas,
contempla bellos paisajes
y gana algunas batallas.
Mas… ¿ha conseguido hallar
la justa tierra soñada?