Digital Extremadura

OLOR A CIRIO ENCENDIDO, SABOR DULCE CON ESENCIA DE LIMÓN…

OPINIÓN
Comparte en redes sociales

[Img #42825]Olor a cirio encendido, humeante, alumbrando los pasos. Sabor a caramelos de azúcar con esencia de limón de la Mártir que doña Bati y su hija Carmen envolvían con destreza en la mesa camilla de la centenaria Dulcería Gutiérrez. Nervios ante la llegada de la Semana de Pasión de la que te habían preparado en el Colegio Santo Ángel. Ansiedad por vestirte de nazareno, de la Hermandad y Cofradía de Nazarenos del Santísimo Cristo del Calvario, Nuestro Padre Jesús Nazareno, Santísima Virgen de los Dolores y María Santísima de la Amargura, es decir, de los moraos del Calvario de toda la vida. Desear que llegase el Martes y el Viernes Santo para acompañar unas obras de arte preciosas y la emoción de repartir decenas y decenas de caramelos de la Mártir…

 

La Semana Santa de mi niñez, ahora que se va acercando la cincuentena, es remover todos los sentimientos y enseñanzas adquiridas en casa y en la escuela y afianzarte en tu catolicismo más si cabe, pues eran días de fiesta de un hondo calado cristiano y un profundo recogimiento por vivir la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, quien sabía, desde el principio de los tiempos, que su estancia terrenal era para lograr el perdón de nuestros pecados. Solo cuando se supone que eres adulto y te retrotraes a la infancia, ves la importancia que adquiere la Semana Santa, cada una, la de cada pueblo o ciudad, con su  idiosincrasia, pero semana de Pasión, al fin y al cabo, es mucho mayor y te hace comprender que ha de recibirse con el recogimiento y la pureza propias que requiere el momento.

 

Hoy en día, cuando cada vez nos cuesta más reconocer que somos católicos practicantes, pero que nos declaramos hijos y hermanos de Dios, la Semana Santa debiera servir para que todos volviésemos a oler la cera quemada y saborear los caramelos de la Mártir y darnos cuenta de lo que perdemos si renunciamos a la fe que nos inculcaron nuestros progenitores y maestros.

 

Esta semana es algo más que un largo puente festivo o disfrutar con los niños sin colegio en casa; debe servir para reafirmarnos en nuestra fe, para darnos cuenta de que la vida es efímera y que siempre quedará Él, nuestro hermano y redentor que a los treinta y tres años le sesgaron la vida terrena llevándole así a la inmortalidad. Jesús logró con su muerte redimirnos de nuestros pecados y hacer que el Bautismo y la Eucaristía adquiriesen una nueva dimensión. La verdad os hará libre y no hay más verdad que Él, el Redentor, el Hijo de Dios hecho hombre para el perdón de nuestros pecados.

 

Dispongámonos, pues, a vivir la Semana Santa emeritense desde el recogimiento y la felicidad de sabernos hijos de un mismo Padre y hermanos de un único Hijo.


Comparte en redes sociales

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *