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ASALTAR EL CIELO

OPINIÓN
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Zósimo Retortillo González era compadre de mi padre y había nacido el día de San Agatópodo y San Teódulo, allá por abril de 1909.  Tenía una hermosa finca por los parajes de “La Güerta de lah Ehtácah”, en la margen derecha del río Alagón, que cuando hicieron el embalse de Valdeobispo quedó sepultada bajo las aguas.  Allí había unos baños termales muy antiguos, que, desde tiempos inmemoriales, explotaron sus antepasados.  Puede que los baños ya existieran en épocas romanas, pues por oídas sabemos que, al arar aquellas tierras para sembrar maíz, aparecieron dos aras votivas, que se llevó, según me narraba el propio Zósimo y que se lo había oído contar a uno de sus abuelos, “un tal don Vicenti, que se crió en Valdobíhpu, andi ehtaba su padri de secretariu del ayuntamientu.  Vinun con un mulu a pol las piédrah, qu,eran doh moléñah bien cuadraítah, andi había grabáh únah létrah a cincel, que dicían que era en latín”.

 

     Posiblemente, el paisano, al que algunos dieron en llamar Ti Zósimo “Andares”, por sus acompasados movimientos de brazos y lo rechulo que era andando, se refería a Vicente Paredes Guillén, nacido en el pueblo cacereño de Gargüera en 1840 y que, después de residir en Valdeobispo, se afincó en Plasencia, donde ejercía como arquitecto y llegó a ser un afamado historiador y arqueólogo.  Muy cerca de aquellos baños hemos rastreado vestigios cerámicos romanos (tégulas, baldosas, alguna pesa de telar y otras cerámicas comunes), al sitio de “El Canchal Blancu”.  Ti Zósimo, hijo de Ti Valentín Retortillo Domínguez y de Ti Dominga González Pinero, me contó varias veces sus sufrimientos en aquella guerra que él no la buscó y que, por culpa de cuatro espadones, curas trabucaires, las derechas conservadoras, los banqueros y las milicias parafascistas, dejaron los campos de España cubiertos de espesa sangre.  “En Bruneti -me refería- cayó un morterazu en la trinchera andi yo ehtaba y me levantó pol lo ménuh doh métruh de altu.  Caí de roblazu al suelu, jechu un guiñapu y tó loaítu de sangri”.  Y Zósimo se arregazaba los pantalones y me enseñaba unas canillas blancuzcas, todas llenas de cicatrices.  “La ehplosión -me contaba- me cogió de llenu en tóah lah piérnah y juí derechitu a paral la hohpital de sangri.  Yo ni sé cúmu me desenree de aquella.  Y cumu dici el refrán: “el que de una ehcapa, cien áñuh vívih”.  Salió a flote y murió, siendo ya octogenario, el mismo día en que cargaban a hombros el ataúd con el cadáver del canciller socialdemócrata y judío austriaco Bruno Kreisky. 

 

     Recuerdo que Ti Zósimo, que era nieto paterno de Tío Julián Retortillo Galindo, natural de Montehermoso, y de Ti Pascua Domínguez Caletrío, me hablaba también de que él fue el que engatilló al último lobo que andaba por aquellos términos.  “Era mu dañinu y mu traicioneru, que jadía güénah lobáh -me decía con cierto orgullo-.  Y a continuación añadía: “Peru loh lóbuh, pol regla general, tienen mejol corazón y máh güénuh jéchuh que algúnuh politicáhtruh que tenémuh hoy en día”.  Me contaba aquello ya bien avanzada la Transición.  Y de los lobos pasaba a los “golfínih”, que era como llamaba a los simpáticos delfines y que no sabemos si él los habría visto alguna vez pero que los definía “cumu pécih grándih que se comin a loh chícuh y que son únuh golfántih, que te ponin güena cara, pero, si puedin, te pegan un bocau y te comin en un verbu”.

 

     Quizás no iba muy descaminado el amigo Zósimo en el concepto que él tenía de algunos políticos, pues, en estos días, estamos asistiendo a toda una serie de sapos y culebras vomitados por bocas de gente con muy pocos escrúpulos.  Así, doña Esperanza Aguirre y Gil de Biedma, condesa consorte de Bornos y grande de España, despotricaba a sus anchas hace una luna escasa: “Si Podemos es primera fuerza, acaba la democracia como la conocemos”.  Increíble que una dirigente de la derecha, cercada por la corrupción de los amigos que colocó en cargos de responsabilidad, ose rugir de tal manera.  Lógicamente, la democracia que ella encarna y representa es la de los sablazos a Educación, Sanidad y Dependencia, la de los desahucios y ataques al poder judicial, la de la Ley Mordaza, la de Bárcenas y los sobresueldos, la de las tarjetas opacas, la de las colas del paro, la de la falta de luz y calefacción en miles de hogares de las clases bajas, la del 23,70% de tasa de paro (en diciembre de 2011 era del 22,56%), la del 98% de  deuda pública (en diciembre de 2011 era del 70%), la de 2.387.200 parados de más de dos años (en diciembre de 2011 era de 1.431.000), la de 23.026.800 personas en los índices de población activa (en diciembre de 2011 era de 23.440.300), la de 14.431.700 de personas con contratos a tiempo completo (en diciembre de 2011 era de 15.700.400) o la de 41.63.000 millones en los fondos de la Reserva de la Seguridad Social (en diciembre de 2011 era de 66.815.000 millones).

 

     No podemos entender cómo doña Esperanza y otros que tal bailan de su misma onda política se atreven a abrir el pico, representando a un gobierno que ha dirigido la nación a base de decretazos.  Más de 60 van en esta legislatura.  Nada de diálogos ni de negociaciones con la oposición.  En doce meses, el PP aprobó más de la mitad de los Reales Decretos que vieron la luz verde en los ocho años previos de Gobierno.  Imposición pura y dura.  ¿A esto se puede llamar democracia?

 

     Por otro lado, ya es patológico el odio que adoban, día tras día, contra esos círculos que el celebrado sociólogo francés Luc Boltanski denomina el “precariado intelectual” y que, según él, “será y ya ha comenzado a serlo la punta de lanza de los nuevos movimientos sociales”.  Y es que, a nuestro modo de ver, el futuro pasa por la síntesis entre la autonomía individual y la proyección social que busca un modelo y un proyecto más igualitario.  Hay que peregrinar e iniciar un retorno a las raíces y a las tradiciones, pero no en el sentido que lo entiende el rancio conservadurismo de la derecha, cuyos miembros se erigen en los salvadores y redentores de una patria excluyente, monopolizada por ellos y atiborrada de bastardos intereses.  La derecha es clasista, y el clasismo no es un término económico, sino antropológico.  Los clasistas se creen los mejores, como si perteneciesen a una raza superior.  Se consideran superiores a la media, como si hubiesen sido tocados por las divinidades en las que creen para llevar a cabo cometidos mesiánicos bajo su ley y su orden.  Basta con leer algunas publicaciones de Mariano Rajoy, donde, al hablar sobre la desigualdad de las personas, vemos claramente cómo detrás de sus palabras, se esconde un racismo latente y creencias eugenésicas.  La derecha de este país practica, igualmente, un exacerbado nacionalismo español.  Mucha soberbia y un falso orgullo patrio y, a su vez, establece relaciones sadomasoquistas y dependientes de la mayor potencia del mundo: los EEUU de Norteamérica. En tiempos de Aznar, esta situación fue patética.

 

     A lo mejor a Ti Zósimo Retortillo, el que era nieto materno de Ti Feliciano González Iglesias  y de Emilia Pinero Chorro, también le hubiera gustado tomar el cielo por asalto, como, según el filósofo Karl Marx, hicieron los revolucionarios de la Comuna de París, en 1871.  Aquellos revolucionarios se enfrentaron a la alienación política, no solo a la religiosa de la que hablaba aquel otro filósofo alemán llamado Ludwig Feuerbach.  No claudicaron ante el Estado, sino que exigieron a éste que les devolviera los espacios que ellos les habían entregado y de los que no supo hacerse acreedor.  Se apostó por la autogestión y la educación y la cultura para todos.  La dignidad nacional exige que, en las próximas elecciones autonómicas y municipales, nuestros parlamentos regionales y nuestros ayuntamientos estén ocupados por ciudadanos y no por élites partitocráticas manejadas por instituciones extranjeras que mueven los hilos allende nuestras fronteras.

 

     El año 2015 debe ser el de una auténtica ruptura.  No queremos más reformismos ni una nueva restauración.  Nos asquea el gatopardismo.  No nos conformamos con cuatro metros cuadrados de cielo y un puñado de estrellas a cambio de que todo siga más o menos igual, como pretenden quienes nos han gobernado desde la Transición hasta nuestros días, o algunas de sus marcas blancas.  Queremos todo el cielo, pues solo así será posible una política nueva, no mediatizada por pasados oscuros y donde la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad no sean pisoteadas por los cascos de los percherones que montan los que se autonombran populares y están a años luz del verdadero pueblo.


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