Mi siempre revolucionario camarada ha tenido una semana de exaltado fervor republicano. El pasado martes se celebraba el 84 aniversario de la proclamación de la II República Española y el amigo impregnó las redes sociales de colores rojos, amarillos y morados. Una gran multitud le respondió con un “¡Viva la República!” y “¡A por la Tercera”! Pero me cuenta que, dolorosamente, ha escuchado silencios muy significativos. Él, que sabe captar el callado ruido con que crecen las hierbas y el apagado quejido de las piedras, percibe otros silencios. Le mortifica la duda, porque no sabe si el que calla otorga, o es que hay gargantas escondidas en hermosos cuellos de cisne que utilizan el silencio siguiendo aquel dicho de que no hay mayor desprecio que no tener aprecio.
Siempre amó nuestro convencido republicano a Clara Campoamor Rodríguez, la luchadora sin tregua por los derechos de las mujeres, impulsora del sufragio femenino, preclara intelectual y destacada militante del Partido Radical Socialista. Clara afirmó rotundamente: “República, república siempre, la forma de Gobierno más conforme con la evolución natural de los pueblos”. Y amó, igualmente, a Antonio Machado Ruiz, a don Antonio, el insigne, austero, sencillo e íntegro profesor, enamorado hasta las cachas de la joven Leonor y descomunal poeta. Aquel que recibió los vientos republicanos con estas palabras: “Con las primeras hojas de los chopos y las últimas flores de los almendros, la primavera traía a nuestra República de la mano”. Recordando a ambos, mi compañero tricolor se escapó el día 14, después de cumplir con su matutino quehacer educativo, hasta el “Cerro Blanco”, por los berrocales de Las Huertas de (¿) Nimas (ya se descifrará el interrogante). Tenía una deuda contraída varios años atrás con un huerteño al que conoció aquel año en que anduvo, bajo los auspicios de la Institución Cultural “El Brocense”, metido en un proyecto semejante a las Misiones Pedagógicas de la II República. Proyecto que su presidente, Manuel Bartolomé Cossío, en diciembre de 1931, lo definía en dos renglones: “Somos una escuela ambulante que quiere ir de pueblo en pueblo. Pero una escuela donde no hay libros de matrícula, donde no hay que aprender con lágrimas, donde no se pondrá a nadie de rodillas como en otro tiempo”.
En Las Huertas de (¿)Nimas hubo en todo tiempo hombres bragados, enhiestos como chopos y duros como sus propios berrocales. Y valientes mujeres, de carácter, con hermosos ojos capaces de comerse al mundo. Todos ellos de puño en alto y clara conciencia social. Cuando las huestes fascistas tomaron el pueblo en el verano del 36, a fin de pisotear letalmente el legítimo Gobierno Republicano, los cielos se tintaron de sangre y un buen puñado de huerteños fueron asesinados. Hasta encerraron a uno de ellos en una jaula y lo expusieron al escarnio público junto al garaje de uno de los pistoleros franquistas, en la ciudad de Trujillo. Tomás Fernández, apodado “El Cojo”, que así se llamaba el pobre desdichado, después de torturas mil, fue ejecutado, pero aún tuvo valor para levantar el puño en alto e iniciar las primeras estrofas del himno de Riego. Otros fueron llevados al puente de “El Cardenal”, sobre el Tajo, en la carretera de Trujillo a Plasencia, y allí fusilados sin contemplación. La suerte acompañó al mozo Moisés Hueso Mateos, presidente de las Juventudes Socialistas, que pudo zafarse de las ligaduras, arrojarse de la camioneta y, aprovechando las sombras de la noche, escapar y llegar a filas republicanas. En el fatídico “Cerro Blanco”, masacraron a varios cenetistas, como Rafael Bermejo Bravo, Manuel Melo (apodado “Tarama”) o Elías Pablos Avís. Murieron con dignidad, mirando cara a cara a sus asesinos y entonando el vibrante canto de “Hijos del Pueblo”.
Mi noble y sentido amigo, al que acompañé a depositar un ramillete tricolor en el “Cerro Blanco”, cumpliendo así lo prometido, dejando resbalar las lágrimas por sus mejillas, levantó el puño y echó al aire, con su bien modulada voz, aquella canción de “La Republicana”, del grupo “Reincidentes”. Luego, emitió un resonante “¡Viva la República!” y descendió, con la frente alta y limpia, de la loma.
El sábado, día 18 de los corrientes, María Dolores de Cospedal, Secretaria General del Partido Popular, arribó a la localidad jurdana de Pinofranqueado para mitinear a sus incondicionales. Llegaba a presentar a José Antonio Monago como candidato a la reelección para la Presidencia del Gobierno Regional. Una visita a la mítica comarca de Las Hurdes, como si ésta estuviese fatalmente destinada a ser trampolín de políticos de diverso pelaje y sobre los que pesan sombras de espesa sangre y de dudosa honorabilidad. Ya la visitó el dictador Franco en 1954, teniendo la desfachatez de nombrar a los jurdanos “ahijados suyos”. Y en 1976, siguió sus pasos el que fuera ministro de su gabinete, Manuel Fraga Iribarne, que puso las primeras piedras para vertebrar el Partido Popular; de aquí las raíces franquistas de tal formación política.
Doña María Dolores de Cospedal fue recibida el sábado en olor de multitudes en unos terrenos allanados deprisa y corriendo en las inmediaciones del río de los Ángeles, que han levantado ampollas en las redes sociales, por alterar impunemente el ecosistema fluvial. Un buen amigo mío, natural de una de las preciosas alquerías situadas en el mágico valle del Malvellido, comentaba en las redes qué a qué venía la señora derechista de la peineta a Las Hurdes, cuando su lugar estaba en “La Moraleja” o en el Barrio de Salamanca. Y mi republicano compadre, más amigo aún de mi amigo por su estrecha vinculación y su arrebatada pasión por el territorio jurdano, me refería, riéndose a carcajadas y enseñando su colmillo más irónico, que doña Loli venía a Las Hurdes a proclamar la libertad, la igualdad y la justicia de la que se enorgullece Monago en ese videoclip rapero de la campaña “Hacemos Extremadura”. Me mitineó con sorna mi batallador compañero: “Vergüenza de las gordas que el PP hable de Libertad cuando nos ha retrotraído a las cavernas con la `Ley Mordaza`. Que nos reviente los oídos con el término Igualdad cuando en esta legislatura los ricos se han hecho más ricos y los pobres más pobres. Y que miente a la Justicia cuando la derecha usa dos varas de medir y ha acoquinado a las clases populares con los hachazos en Educación, en Sanidad, en Cultura, en Dependencia y ha permitido miles de desahucios, arropando a corruptos y banqueros sin escrúpulos. ¡Vaya guasa y vaya farsa!”
Mucho pasear y mitinear por Las Hurdes pero ni uno de los congregados se acordó, en esta pasada semana, tan acunada por nanas republicanas, de llevar unas flores en memoria y en honor de los republicanos jurdanos vilmente asesinados por las escuadras del dios de las batallas y de aquella España que, sarcásticamente, se hacía llamar Una, Grande y Libre, y a la que sirvieron perrunamente destacados sujetos que hoy militan en la derecha de este país, comenzando por el ya mentado fundador del PP. Ellos no han llevado a Las Hurdes ramilletes tricolores. ¿Cómo los van a llevar si a ellos, en el fondo, les dan arcadas todo lo que huele y sabe a República? Como otras veces, será mi incondicional amigo el que deposite las flores en las cumbres de algunos de los montes más históricos y emblemáticos de la comarca jurdana. ¿Quiénes le acompañarán? Bien podrían hacerlo aquellos que guardaron silencio cuando recibieron el mensaje tricolor. No los que callaron porque otorgaban, sino los que precisan hablar para despejar malos equívocos.