Una hora y cuarenta con el Rey

Doce y cuarto de la noche. Llego a la casa en la que mi familia y yo vamos a vivir estos años. Es la casa que la Junta de Extremadura destinó para que sus presidentes vivieran en Mérida. Nada que objetar a lo que cada uno haya decidido o pueda decidir en el futuro. Sí debo decir que es un edificio  que compartiremos  con oficinas de la administración autonómica en la planta baja , como siempre fue. Que nadie piense que era nuestra opción principal como familia . Pero cuando empiezas a analizar cuestiones que no dependen de ti, sino del Ministerio del Interior, como son los medios materiales y humanos para cumplir con los protocolos de seguridad, te das cuenta que allí donde no hay que invertir nada porque está todo hecho, es el lugar en el que debes vivir. En la casa de José Fernández López, no hay que hacer nada porque los sistemas de seguridad ya existen.

 

En nosotros estará ser capaces de que vivir en una casa oficial no nos aísle . Lo aseguro que así será. Ayer me acerqué a ver a María Luisa, mi mujer, a media mañana,  que es la que ha organizado todo el traslado del piso en el que vivimos estos años, una parte para nuestra casa de Olivenza y otra para la casa de la Junta. No me lo dijo, pero lo intuí. ¿Quién nos mandaría salir de nuestra casa de Olivenza, que esa es nuestra casa, hace ya demasiados años? Nos mandó la posibilidad de contribuir a mejorar las condiciones de vida de la gente. Nos mandó la escuela pública. Y el centro de salud. Y la casa de la cultura.

 

Venía de Madrid, de la visita al Jefe del Estado, al Rey de España, al que agradezco la hora y cuarenta minutos que hemos compartido hablando de los extremeños y de Extremadura, de España, de Europa y del mundo. Lógicamente no son reuniones para radiar, pero me agrada comprobar el nivel de conocimiento y de seguridad que tiene en tantos temas como hemos abordado.

 

Antes había estado en Trujillo, en una reunión del Consejo GEM de Extremadura en el Convento de La Coria. Hablamos a “calzón quitao”. Nunca iré  a ningún sitio a contar milongas ni discursos prefabricados. Iré a decir lo que pienso. Y a reconocer que sobre la aceptación de los aciertos y los errores se construye mejor el futuro.

 

Mañana será otro día.

 

Guillermo