AQUEL INFIERNO DEL AGUA EN TORREJON EL RUBIO

Por estas calendas, las campanas de la iglesia de Torrejón El Rubio, doblaron a duelo, tras la tragedia de Torrejón El Rubio, aquella mañana dantesca, durante los trabajos de los obreros en la presa del pantano. Era un día 22 de octubre de 1965, a las nueve y media de la mañana y, aún hoy – y han transcurrido años – no se conoce, fehacientemente, el número de víctimas mortales, al parecer, unas setenta. La presa, situada en la confluencia del Tajo con el río Tiétar, constituiría una vertebración moderna entre los pantanos de Alcántara y Valdecañas, con el fin de trasvasar las aguas entre ambos embalses. Una súbita fuga de agua inundaría uno de los túneles, tras ceder una rejilla de las compuertas del aliviadero. Aquel aluvión, sobre el lecho seco del río, arrastraría a unos cuatrocientos obreros, en una estampa tan dantesca como estremecedora.

 

El embalse constituiría el aprovechamiento integral del río Tajo. Construida la presa por Agromán, para Hidroeléctrica Española, en ella trabajaban los obreros. Tan dura como triste, resultó la evacuación de los heridos; esa negra página ha quedado grabada en los deudos de los fallecidos. Siempre esa macabra fecha, estará en la historia de este bello pueblo, con el recuerdo,  estos días, de una fecha inolvidable.

 

Y AQUEL CAMPO DE CONCENTRACION DE RIVESALTES

 

Mientras la tragedia dejaba un río de lágrimas y suspiros en Torrejón, un joven del pueblo, muchos años antes, sería protagonista de una de las historias más tristes y vergonzosas de la Segunda Guerra Mundial: la oscura vivencia  en un campo de concentración framcés, el célebre de Rivesaltes, donde Francia escribiría una de las historias más negras del siglo XX, horrenda página, nada más y nada menos que la de un campo de concentración de unos sesenta mil españoles, judíos y herkis.

 

A treinta kilómetros de la frontera oriental con España, en el Campo de Concentración de Rivesaltes, se han escrito, calladamente, durante setenta años, una historia vergonzosa de la condición humana. El gran intelectual francés, Malrroux, con toda seguridad, conocía esa historia. Aquel páramo donde soplaba la Tramontana, entre esqueletos de numerosos barracones y letrinas. Ahí, el desprecio del hombre tendría una representación abominable: el campo de Rivesaltes, el mayor construido en Occidente. Negra página donde “vivirían sesenta mil seres indeseables” y donde convivirían refugiados españoles y, más tarde,  judíos, gitanos, alemanes… Uno de estos días, Manuel Valls, primer ministro francés, inaugura, como recuerdo a ese horror, un Memorial.

 

En el mes de julio del año 1939, en la Cataluña francesa, medio millón de españoles, mal vivían en el campo de concentración de La Retirada. En el amplio número de hombres, mujeres y niños, figuraría un comandante de Torrejón el Rubio, llamado Victoriano Gómez Díaz, que habitaría uno de los 650 barracones. Actualmente,  el comandante preside la Asociación :”Hijos e hijas de republicanos españoles y niños exiliados”. Todos los años, este hombre  organiza “La Marcha de la Retirada”, con  el fin de recorrer los tristes senderos, donde escribirían una triste historia,  los republicanos españoles, cuando entraron en Francia, por los Pirineos. Cuantos no serían enviados a los campos nazis de la muerte nazis.

 

También es casualidad, esa coincidencia de fechas. En su gran obra: “La condición humana”, André Malraux escribe: “Se necesitan nueve meses para hacer un hombre, y un solo día para matarlo”.