Digital Extremadura

PENSANDO EN VOZ ALTA SOBRE LA OPULENCIA

OPINIÓN
Comparte en redes sociales

De acuerdo al dicho popular lo difícil es conseguir el primer millón de euros, que lo demás llega
por añadidura. Pienso en eso cuando escucho lo mucho que tiene uno de nuestros ricos
españoles, Amancio Ortega que ahora ha ascendido (de forma transitoria, eso si) en esas listas
que alguien hace, al primer escalón de conquista.

Amancio Ortega (sigo al pie de la letra las informaciones) responde a la actitud de los ricos de
verdad, que jamás hacen exaltación de ello. Que intentan vivir de forma discreta de cara a la
opinión pública, que no conceden entrevistas, que no enseñan la magnificencia de sus casas, tal
como hacen quienes colocan «sus poderes» en revistas del corazón multicolores y que luego
repasamos, quien más o quien menos, en la peluquería.

Amancio Ortega entrega, además, donativos a asociaciones sociales solidarias y ello se explica
de tanto en tanto, como una obra de misericordia del magnate. Claro que siempre salta algún
entendido que nos explica que eso forma parte de la ingeniería financiera pues le sirve para
desgravar impuestos, etc, etc. Y entonces todos como que respiramos más tranquilos porque rico
y bueno son cualidades que no parecen maridar (que diría un cocinero) bien juntas.

Yo me eduqué con hijas de la alta burguesía de una pequeña ciudad de provincias, así que intuí
muy pronto lo que significan las clases sociales y todo eso. El mundo visto desde una determinada
perspectiva de confort. Claro está que siempre estuvo la familia para bajarme los pies al suelo y
fue esa controversia la que hizo de mí lo que soy, analítica al máximo y progresista.

Es difícil romper las estructuras de una sociedad a través de un programa de gobierno que ha de
ser revalidado, al menos en teoría, por los ciudadanos con sus votos: la pescadilla que se muerde
la cola. Tanto más cuanto la crisis ha traído consigo, junto a la precariedad laboral y económica
una reducción en las exigencias morales y estéticas que todo lo contamina. Sin esclavos no
habría existido la filosofía griega (explican los historiadores) porque sin personas dedicadas a los
oficios más modestos, tales como ir a buscar agua, encender el fuego, cocinar, etc, los
pensadores no habrían sacado tiempo para pensar. Así de crudo. Y si no que se lo pregunten a la
inmensa mayoría de militantes de partidos políticos con gobierno, todos detrás de alguna
plebenda, más o menos generosa.

En un periódico nacional este fin de semana se explica largamente Vargas Llosa sobre su vida
personal y literaria. Su alegría presente. Su historia me ha hecho recordar la de otro representante
importante de las letras, también Nobel, Camilo José Cela. Muy similares ambas, hombres
maduros los dos, que interrumpen su vida habitual y la cambian. ¿Para rejuvenecer? Y que hablan
de ser felices.

¿Puede buscar una persona su felicidad a costa de la de los otros? Está claro que los hombres y
mujeres lo hacen. En los proyectos políticos los líderes verdaderos son capaces de adelantarse al
propio sentir de sus seguidores, de modo que saben prometer lo que estos desean casi antes de
que (esos ciudadanos) sean conscientes de ello. Ahora ese papel (el de líder) se lo arrogan las
empresas publicitarias con específicos programas informáticos, analizadores de situaciones y
posibles tendencias. Así que el dirigente puede creer que no necesita grandes intuiciones. Ni la
empatia diaria. Ni la indulgencia. Ni la virtud.

Es moneda común hacer borrón y cuenta nueva, bajo principios pragmáticos de rentabilidad. A rey
muerto, rey puesto -que dijo aquel.- Pero se equivocan quienes actúan así, pues en cualquier
hoguera siempre quedan los residuos. Que pueden ser motivo de preocupación. Como con el
material nuclear


Comparte en redes sociales

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *