La primera bronca de una amiga con su recién estrenado marido fue el mismo día de la boda, llegado el momento de hacer el equipaje para emprender el viaje de novios. Cuando él le dijo que preparase la maleta con la ropa de ambos. Mi amiga, de armas tomar, se negó :“¡Tu maleta la haces tú!”. Y aunque yo siempre le recriminé el gesto, por lo inoportuno, no hay duda de que marcó las pautas del proceder de su vida en común.
Han pasado casi cincuenta años y afortunadamente, en la mayoría de las situaciones, la convivencia de las parejas se ha vuelto más igualitaria, sin necesidad de peleas bizantinas por causas domésticas como las del principio de este artículo. Estamos en otro momento histórico y es preciso reconocerlo para obrar en consecuencia.
En la defensa de que las mujeres, aparte de salir a manifestarse en la calle y aparecer en los cuadros directivos de las instituciones, han de empezar a no depender de las cuotas marcadas por algunos defensores de lo políticamente correcto, no existe antifeminismo (al menos en mi caso), sino un miedo transversal a que movimientos de derecha, con opciones de gobierno, puedan acabar implantando sus tesis y todo lo conseguido hasta aquí desaparezca o se desvirtúe. Se trata, pues, de adelantarse para seguir estando en los lugares donde se tiene derecho a estar. Ser avispadas. Y eficaces en la lectura de cualquier signo externo amenazante.
Para no depender de las cuotas abridoras de algunos destinos personales o políticos, se debiera empezar a intentar conseguirlos de forma directa, en cada lugar o grupo de los que se forme parte. Han pasado unos años desde que un respetado dirigente me lo advirtiera: “Estamos cediéndoos el control, pero no penséis que esto va a ser así siempre, llegará un momento en el que pelearemos por reconquistar el espacio y entonces dejaréis de recibir tantos ‘regalos’” (vino a decirme). La frase tiene mucho valor, pues muestra la percepción de muchos individuos sobre los sistemas de cuotas y por ser quien la dijo un hombre declaradamente de izquierdas, con muchos años de militancia y responsabilidad a sus espaldas.
Esto es así para quien quiera verlo. Si se cree firmemente en la igualdad entre ambos sexos, y en que todos estamos capacitados. En una conversación, recientemente mantenida, entre Ana Pastor y Rafa Nadal, a la pregunta de la primera sobre si se consideraba un hombre feminista, el segundo fue muy claro:
-“¿Pero qué es ser feminista?¿Creer que las mujeres y los hombres han de tener las mismas posibilidades? Si es eso, entonces soy feminista. Aunque no dejo de comprender que si Serena Williams (una de las mejores tenistas de la historia) genera más que yo, entonces debe cobrar más que yo”.
Evidentemente. No hay nada más contradictorio que reclamar la igualdad entre ambos géneros mientras se normaliza la creencia de la debilidad de uno de ellos, pues hay que estarle siempre dando “biberones” extras.