“El elogio más grande que me han pagado jamás es cuando me preguntaron qué pensaba y se atendió a mi respuesta”.
Henry David Thoreau.
¿Cuántos días salimos a la calle a realizar nuestras tareas diarias y no miramos ni escuchamos a las personas que tenemos al otro lado, simplemente porque no existe esa predisposición?. La empatía es también una actitud, porque si no se está propenso al amor y a la comprensión, no hay nada que hacer, absolutamente nada…
La teoría es muy bonita, pero el arte de comprender a las personas conlleva la capacidad de ocupar su lugar, de comprender su realidad, su actitud y sus opiniones libres de prejuicios. Con ello se demuestra el grado de madurez del ser humano.
La empatía tiene muchos aspectos positivos ya que facilita la comunicación, el consuelo, la resolución de problemas, etc. Pero también tiene otro polo negativo porque vivir continuamente en los zapatos del mundo, puede hacer que creemos una desconexión emocional con nosotros mismos y provocar un daño importante para nosotros. Es bueno practicar y entrenar la acción mental de ponernos en el lugar del otro, pero no debemos olvidar, que es el otro para instalarnos permanentemente allí. No debemos olvidar que nos tenemos que cuidar primero a nosotros mismos.
Para que la empatía exista es necesario que se dejen a un lado los juicios morales y los afectos personales como la simpatía o antipatía, de tal modo que se pueda tener una actitud comprensiva pero no de compasión frente a la circunstancia del otro. Existe una palabra que define muy bien el término empatía y es “conexión”. Cuando te sientes en conexión con una persona sientes que comprendes y te comprenden.
Las personas con empatía tienen también la habilidad de una escucha activa que al poner los cinco sentidos en la atención a la otra persona cuando se les habla, les permite comprender tanto sus problemas como sus acciones.
Salvo en casos de diagnóstico de patologías clínicas, como puede ser la psicopatía u otras semejantes que carecen de este tipo de habilidad, las personas con capacidad empática no necesariamente viven las mismas experiencias sino simplemente, captan los mensajes que envía la otra persona, tanto con comunicación verbal como con la no verbal para poder llevar a cabo lo que necesita y se sienta comprendida.
No nos enseñan a mantener gestualidades de contacto para hacer sentir a los demás que son queridos y comprendidos, nos instruyen en guardar distancias en los temas afectivo- emocionales. Es importante marcar a la gente los límites a respetar, tanto físicos como emocionales, pero hay momentos en los que romper con estas barreras y dejar que nos abracen o abrazar, nos pueden hacer sentir muy cómodos y comprendidos y mucho mejor si hacemos que los demás lo sientan también, cuando nos necesitan.
Inducir una conversación con prejuicios, hacer chistes de lo que nos están contando mientras esa persona se expresa y hacer juicios de lo que manifiesta, no facilita la empatía.
Para que entre ambos se desarrolle una relación de empatía es necesario que el interlocutor se olvide de sí mismo y de sus principios e intente acercarse al mundo de la otra persona.
En la infancia sería importante y básico, aprender a “poner en palabras” lo que se siente en cada momento, para conseguir una buena comunicación emocional. En este aprendizaje juegan un papel primordial la figura de los padres, porque si se ayuda a los hijos a descubrir y entender sus sentimientos y los de los demás, estarán entrenando la empatía desde pequeños.
Las personas que no puedan expresar cómo se sienten, difícilmente podrán desarrollar una verdadera empatía con alguien de su entorno, porque no podrán captar el mundo desde un punto de vista sensitivo.
Un abrazo empático para todos…
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Terapia Emocional – Educación Integral en Inteligencia Emocional Carolina Bello.
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