REQUIEM POR  ALVAREZ DE MIRANDA

[Img #50822]“Hoy es siempre todavía”, que diría Machado, recién abierto el florido mayo, cuando Fernando Álvarez de Miranda, nos has dicho adiós, súbitamente, a pesar de tus años, de una vida intensa y tensa, cuando tú y tantos otros, muy cercanos a Don Juan, diría que en la búsqueda reconciliable de las dos Españas – “Españolito que vienes al mundo / te libre Dios, una de las dos Españas / ha de helarte el corazón”-. Yo, niño de la época, “años del hambre”, travesía por la Historia, buscando la dudosa luz de día, en nuestra piel de toro, dentro del pensamiento único, cuando en el balcón del periódico vería la cercana opresión de la Censura, limitado al pensamiento único, niño de posguerra, el papel de redondas y cursivas, “en esa oración laica de la mañana”, que diría Hegel, donde empezaría a descubrir el aire puro de la ideología. Allí, en la Redacción abecedaria, descubriría el aire opresivo de la época, y la libertad, años después. Y así nacerían, entre otras obras, “Los Confinados”, que sabía a época rancia y lejana. Aquellos confinados, repartidos por España entre un sol estuoso y la mirada absurda de la sombra. Ahora te veo juvenil, querido Fernando, en Fuerteventura, tras el Contubernio de Munich, en aguas del mar, con Satrústegui, Miralles y Barros de Lis.

 

Tú, “muchacho juanista”, que escribirías: “La España que soñé”, joven militante monárquico, en la España dictatorial, compañero de Fraga en las milicias universitarias, que se afeitaba con vino para economizar el agua en el campamento de La Granja. Consejero de Don Juan y tus afinidades ideológicas con Gil – Robles, Giménez Fernández, Ruiz – Giménez… Tú, Fernando, también pasarías por esos calabozos que yo conocí, tras causarme “los grises” una herida en la cabeza, cuando yo, además, hacía información en los dominios de Yagüe – Dios les perdone -. Además, Fernando, tú gozabas de un espíritu conciliador, consejero de Don Juan, presidente del Congreso de los Diputados, previamente conspirador en la década de los cincuenta, sesenta y setenta, fiel espectador de toda una época convulsa de España, hasta la llegada de la Monarquía.

Todo ese periodo no se puede escribir sin llevar a los ojos la imagen triste de la época previa a la Transición… Las impresiones de Fernando, de sus amigos, correlegionarios y adversarios políticos.

 

 Vida densa e intensa la tuya, máxime en tu época de embajador en El Salvador y el conocimiento de Ellacuría, los jesuitas de la UCA… Y, posteriormente, el desempeño de sus tareas como Defensor del Pueblo, impresiones y presiones que cuenta en el libro citado. Súbitamente, Fernando nos ha dicho adiós – tenía un libro suyo para que me lo dedicara -. El último adiós me ha privado de esas líneas y a Luisa de un corazón grande como Castilla. Que la tierra te sea leve, Fernando.