CACERES, TAN TUYA, TAN MIA.

[Img #52955]

 

Vienes de tarde en tarde, que te veo, y aún quedará un eco de tus pies de barro, que te guardo en mi vieja ancianidad, rúas y plazas, de pasos idos, ecos lejanos, miradas sepias en el tiempo, cuando ibas al “Insti”, señero y señorial, dentro de los muros de la patria mía, que cuelga su estampa – o su medalla – del pecho granítico de la Vieja Norba. Claro que te veo a un tiro de piedra de Santa María, plaza de Santa María, tan tuya, tan mía, la Diputación, Gobierno Militar, plaza beatífica y regia – Alfonso III, bajo palio -, plaza de laudes y latines, escudos, señorial, templo de Santa María, cirios y latines, tiempos del Obispo Segura – madrugaba – y despertaba al canónigo, Elías Serradilla. ¡Tan – tan – tan!. “Que me dé las llaves.” Abría la iglesia de Santa María y a confesar; a los pies, un brasero. Un día, Cardenal, el obispo era así, de Trento, ordeno y mando, qué iba a sentir grado arriba, grado abajo, un hombre hecho en la estepa burgalesa. ¡Oh, Santa María / tan vuestra / tan mía. La estatua de San Pedro de Alcántara, rostro de Pérez Comendador y aquellas rencillas con tu amigo Juan de Avalos – qué buenos ratos en su estudio -. Había visto conque arbitrariedad se fusilaba en la Plaza Mayor de Mérida, durante la contienda de tres años como tres siglos. Plaza de Santa María / tan tuya / tan mía. Tantos pasos perdidos, tras la joya pétrea del Arco de la Estrella, la historia nacida entre los legajos del Conde de Canillero, notario mayor de la historia cacereña, Casa de los Mayorazgos, tan herida cuando la parca dejaría cuerpos inertes tras el mensaje sangriento de la aviación sobre las viejas losas. Así, lentamente, iría la ciudad de piedra y fuego dejando entre sus muros un cordel bélico, hasta, lentamente, rehacerse con sus muros entre un cordón pétreo, herido, no obstante, por el viejo compas, donde se alzaba el granito, la muralla, los sueños y los vencejos del crepúsculo. Personajes raros e incunables, aún los veo, a la Duquesa de Valencia, con sus pantalones ante el iris del niño rural. En los viejos muros, sobre sus pasos, cómo ausculto la historia, tu historia Castra Cecilia, abierta a los sueños y al pergamino, al canto de la madrugada y al ocaso de vencejos y el planear de las cigüeñas.

 

Plaza de Santa María / tan tuya / tan mía. Aún el Gobierno Militar en el edificio de la Diputación y, en la plaza de San Mateo, voces angelicales, laudes y maitines de las monjas o el misterio arquitectónico del aljibe, don Abilio y tú en esa joya, en la lejanía. Cáceres de vuelos y alegría, alondras y vencejos, consuelo de mis ojos, alma mía, plaza de Santa María, tan tuya, tan mía. Qué serán de mis vencejos, qué serían, que ecos de sus sinfonías, un nuevo mundo, como una partitura, se abriría: el que dormía y madrugaba cada día, Cáceres, piedra y fuego, horas, muchos años de mis días, nostalgia de esa plaza, tan tuya, tan mía: Plaza de Santa María.

 

 

Pérez Mateos ss autor, entre otras obras, del libro “Cáceres, piedra y fuego”. Y de la guía de Cáceres  editada por El País /Aguilar.