PACTOS, MATEMÁTICAS Y HACIENDA

El acuerdo de gobierno entre el PNV y el PSOE para gobernar Euskadi, ha significado
para muchos una pequeña reflexión sobre los usos y maneras en política. No deseo
entrar en comentarios sobre si se ha hecho en el momento oportuno y sobre la coherencia
de un partido que dice una cosa y hace otra según el ámbito político y el territorio.
Tampoco en el aspecto formal de la firma. Se lo qué yo hubiera hecho si hubiera tenido
responsabilidades al respecto, pero evidentemente no las tengo, así que hablo desde un
punto de vista genérico del pacto y nada más.

De producirse en algún lugar de España tenía que ser allí pues el pueblo vasco que tanto
ha sufrido está suficientemente preparado como para entender que los pactos tienen
siempre, a priori, más ventajas que desventajas cuando se trabaja políticamente. Aunque
ocurra con esto algo parecido a lo de las matemáticas: que todo el mundo las defiende
como disciplina importante, para luego alardear de lo inútil que se es con las mismas y la
poca falta qué hacen, ahora que hay ordenadores y calculadoras. Recuerdo, al respecto,
una ya lejana entrevista hecha a Xerardo Fernández Albor, quien fuera primer Presidente
de Galicia en el principio del Estado de las Autonomías, hombre muy valioso por cierto, de
profesión medico, quien hubo de recibir y gestionar todas las competencias autonómicas.
En los albores de la obligación de pagar anualmente los impuestos a Hacienda, le
preguntaba el periodista si había hecho ya la declaración de la renta. A mí me sorprendió
cuando dijo que no sabía ni por dónde empezar porque a él las Matemáticas nunca le
gustaron ni se movía bien con los números. Recuerdo que pensé : «Seguro que no se
hubiera atrevido a decir lo mismo si le hubieran preguntado por Cervantes o Lope de
Vega; habría dado una respuesta adecuada para no parecer (siendo como es un hombre
conocido) nunca un ignorante. Pero puesto que lo reconoce, es que realmente no da
importancia al objeto de su desconocimiento. Acepto que puede que solo estuviera
haciendo una ocurrencia, pero no lo parecía.

Pues con los pactos ocurre lo mismo. Todo el mundo los defiende, pero al que los pide o
los usa se le suele tachar de débil. A pesar de ello, la experiencia demuestra, una vez tras
otra, lo difícil de gobernar cuando se han de poner de acuerdo varias fuerzas políticas,
dada la condición humana de quienes las representan. Y, desde luego, la necesidad de la
inteligencia, para hacerlo y consolidarlos.

Porque es de sobra sabido que, por lo general, los socios, deseando no ser tachados de
flojos o entregados, suelen ponerlo difícil y hacer elucubraciones varias sobre lo qué
deciden, de cara a los propios electores y su propia supervivencia dentro del partido y la
vida pública. Siempre tuvo más morbo exterior un perfil duro de conseguidor e incluso de
maleducado e intolerante que el de trabajador riguroso a favor de personas y territorios.
Y claro, como la política tiene mucho de juego de teatro las apariencias mandan bastante
más que lo cierto por lo que quienes ostentan las responsabilidades de la gestion viven
siempre en el filo de la navaja, pretextando unas veces autoridad y otras
condescendencia. Pareciendo siempre bastante más grises y sosos de lo qué realmente
son. Y eso en política es pecado y de los graves