El laurel (según explica Wikipedia) es un árbol de 5-10 m de altura, de tronco recto con la
corteza gris y la copa densa, oscura, con hojas azuladas. Las hojas de laurel son usadas
como condimento en la gastronomía europea (particularmente en la cocina mediterránea),
así como en Norteamérica y Centroamérica, en la región noroeste de México, se le
conoce como laurel de Castilla. Estas se utilizan en sopas, guisos y estofados, así como
en carnes, pescados, mariscos y vegetales, e incluso en postres como el arroz con leche.
Las hojas se utilizan generalmente enteras, y retiradas antes de servir. También pueden
ser trituradas o molidas antes de cocinar para darle un mejor gusto a la comida.
Como planta medicinal, el laurel es un tónico estomacal (estimulante del apetito, digestivo,
etc). El aceite esencial obtenido de los frutos («manteca de laurel») se usaba
tradicionalmente para el tratamiento de inflamaciones osteoarticulares y pediculosis.
Según la mitología, el laurel es la transformación de la ninfa Dafne quien, al ser
perseguida por Apolo, fue salvada por su padre, el río Peneo, y transformada en laurel;
Apolo cortó dos ramas del mismo, las trenzó y elaboró unas coronas triunfales que
usaban los victoriosos, generales y emperadores de la antigua Roma.
Mi padre lo usaba como pretexto. Tenía una planta grande en el huerto – jardín de su casa
en Zamora y cada vez que íbamos, él (al acercarse el momento de la vuelta) preguntaba:
«¿Quieres llevarte laurel para Cáceres?»
Yo le contestaba que si, siempre, a sabiendas de que no lo necesitaba o aún tenía parte
del que me había dado la vez anterior. Lo hacía por entender muy bien el gesto, que no
era otro que el de decir, sin explicitar: «aquí estoy, soy tu padre, me sigues necesitando».
Castilla es una tierra profunda y mi familia, también. Los sentimientos existen, fuertes y
poderosos, pero no se exhiben, como si se protegieran de la dureza de la vida y de las
adversidades. Nadie hace alharacas con ellos, contenidos y sobrios como el paisaje. Pero
existen, claro, ¡cómo no han de existir, cuando exigen tanto!. A veces pienso que los
comuneros castellanos, que se rebelaron contra unas exigencias injustas de un poder
delegado y venido de afuera, no habrían podido darse en otro territorio, con esa carga de
coraje y coherencia que tuvieron.
Un día mi padre me lo dijo: «Hija, me gusta que me pidas hacer algunas cosas para ti, eso
indica que aún soy importante en tu vida…» Lo entendí entonces, con la precisión del
cariño, y lo he acabado de comprender, después, en ese equilibrio que se ha de mantener
en la relación con los hijos, cuando éstos crecen. Jugando con la autonomía de ellos y el
sentimiento de protección que te surge inconscientemente, cada vez que los ves
enfrentando cualquier dificultad, por pequeña que sea.
La blanca Navidad sirve para hacer estas reflexiones, amigos. Entre las luces y los
regalos se cuela la nostalgia de lo que hubo y ya no volverá a ser, pero también la fuerza
de la vida que se impone, de otras formas y en otros recipientes. Crees que lo sabes todo
y que tendrás preparadas las respuestas, pero no es así. Cambian los tiempos y sobre los
moldes nuevos aparecen, de pronto, los viejos estereotipos en las conductas, que te
dejan «tocada» al darte cuenta de que no hemos avanzado tanto en los sentimientos del
alma. Y ésta sigue reaccionando del mismo modo. Ya ven.