Los directivos de la empresa McKinsey Quarterly han expresado en términos económicos el daño que sufre una corporación por tolerar actitudes poco respetuosas o mal educadas de los trabajadores con sus colegas, sin importar el nivel salarial. Los especialistas definen el maltrato psicológico en la empresa como «la muestra constante de una conducta hostil, tanto verbal como no verbal, excluyendo el contacto físico». Algunos tratadistas califican al acosador como persona «imbécil». El economista Robert Sutton hizo una lista de conductas características de los acosadores, entre ellas: insultos personales, amenazas e intimidaciones, sarcasmos y bromas como vehículo de insulto, correos agresivos, tratar a una persona como si fuera invisible, interrupciones sin fundamento, destacar con saña y crueldad cualquier equivocación del maltratado y lo peor: humillaciones aireadas para provocar el rechazo de los demás compañeros que conducen a su aislamiento y la soledad.
Las empresas no deben permanecer pasivas ante estas conductas que tienen graves consecuencias y ,como se ha comprobado, suponen un descenso en la productividad de cualquier organización. Si estimaran el coste real de cada acosador que tienen en plantilla seguramente intentarían no incluir a ninguno de estos maltratadores en el organigrama. Produce, sin duda, distracciones en el trabajo, los mas preparados dejan de hacer sugerencias valiosas y no consideran la importancia de aprender de los errores. Lleva consigo la pérdida de motivación y sobre todo la aparición de enfermedades psicológicas más o menos graves derivadas del estrés así como el hecho triste de que las víctimas, según los psicólogos se conviertan ,a su vez, en abusadores.
Como ejemplo a seguir para acabar con la triste situación, se señala a una empresa conocida que incluía entre sus factores de éxito el hecho de «no contratar imbéciles ( emplying no yerks») .Para alcanzar el objetivo los empleados debían aceptar antes de firmar el contrato lo siguiente: «Seré un buen compañero de trabajo». Esta sociedad está compuesta exclusivamente por personas que aman lo que hacen y que respetan a los compañeros.
Es verdad que casi todas las organizaciones mercantiles tienen en la actualidad rigurosos Códigos de conducta y de ética pero muy pocas veces los aplican y lo cierto es que cuanto antes se conozca lo que sucede si alguien no respeta a sus colegas de trabajo, mejor será el clima laboral y más productiva la empresa. Por el contrario, cuando se toleran los abusos, será mayor el tiempo invertido en capacitar a los nuevos trabajadores después de que los acosadores y sus víctimas se hayan retirado de la empresa.
Por otra parte, no se trata de conseguir que cada centro de trabajo sea un balneario de personas anodinas ,pasivas, con aversión al conflicto, sino un colectivo humano en el que los miembros de la empresa estimen la confrontación constructiva, con educación y respeto a los demás. Lo deben practicar también todos sus directivos, quienes tienen la obligación de definir claramente cuáles son las políticas para la interacción positiva entre compañeros.
Las organizaciones que permiten malas conductas de sus trabajadores tienen, en general, dificultades en lo que se refiere a retener a personas de talento , pierden la confianza de los accionistas y de los clientes porque todo trasciende en estos tiempos de la comunicación.
Un gran economista ha mantenido que si las empresas estimaran el coste verdadero de cada «acosador» que tienen en su organización ,posiblemente implantarían políticas de tolerancia cero puesto que se ha demostrado que las interacciones negativas tienen un efecto cinco veces más intenso que las relaciones positivas entre las personas y no se necesita ser un genio para prever las consecuencias de todo ello en la productividad de una organización empresarial.
Guadalupe de la Mata ha recogido en su libro «La Revolución de la Felicidad» unas impresiones y advertencias acerca del bienestar personal y laboral de interés para procurar que se eliminen los malos tratos que tanto sufrimiento producen. Algunas sociedades ya han adoptado medidas importantes como parte de su actuación que realmente sirven para obtener un alto nivel de «felicidad» , condición interna de satisfacción que ayuda a los trabajadores y como consecuencia aumenta el bienestar social y sin duda, la productividad.