Cuestión que hemos planteado mil veces respecto a los tres kilómetros del Camino al salir de Cáceres hacia el Casar y no nos hacen ni caso. Tomen nota. Viento frío y ambiente húmedo. Lo mejor, el rumor del agua corriente del Valcarce, ese río limpio que baja a oscuras, oculto por la fronda.
A cinco km del Cebreiro y tras una subida atroz, por un camino de piedras sueltas y excrementos de caballo, llegamos a cuatro casitas silenciosas y una buena fuente. Tomamos el refrigerio oportuno y luego atacamos la legua restante. Peor si cabe. De nuevo carril de cabras y barro maloliente.
Arriba, O Cebreiro con linda iglesia franciscana, bares, tiendas y mundo peregrino. Un taxi nos bajó a la casa rural “Rodríguez”, donde nos dispusimos para cenar y pasar la noche. La casa magnífica, canterías y madera, y un ambiente de silencio y paz impagable. Una señora amable, Carmen, viuda de un pacense, nos atendió y las peregrinas prepararon la cena: huevos con patatas fritas y otras menudencias. Comentan que lo más costoso ya ha pasado. Ya veremos mañana.