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Hay golpes en la vida…yo no sé. Me van a decir que deje en paz a César Vallejo, pero es que es verdad. Hace dos días me llamó mi amigo Alfonso y me dijo: “Inmaculada cierra la librería”. Me entró como un desasosiego, que todavía me dura.  Hoy hemos ido ambos a verla y a despedirnos. No sé bien cómo expresar esta desazón y esta pena. “El Pájaro Azul” es una librería pequeñita, pero todo un prodigio de buen gusto, de belleza y de encanto. No sólo los libros, ¡que ya es mucho!,  sino todo el aparejo de increíbles adornos maravillosos que Inmaculada había colocado en los anaqueles, mesas y aparadores. Entrabas en “El Pájaro Azul” y parecía que llegabas al increíble mundo de los sueños, la imaginación y toda esa magnífica iluminación de las películas de ficción. Había títulos de todos los géneros y si buscabas  uno determinado, y no estaba, Inmaculada te lo pedía y en un verbo te avisaba de que ya estaba allí.

elpajaroazul 1Una librería que cierra es un fracaso atroz. Pero no un fracaso de ella sino  de todos nosotros, de toda una sociedad que, por mucho que se le repite, no se entera de la diferencia abismal que hay entre la lectura y toda esa inmunda basura que entra cada día en los hogares por el rectángulo de la televisión. Es un fracaso para esta ciudad, que se ha dedicado, desde hace ya décadas, a vaciar de vida joven el centro, y se ha  llevado  a los universitarios al descampado de las afueras. Para colmo de males llega lo que ha llegado. Maldición.

Desde que llegó el desquiciante mundo virtual, empezamos a oír que el libro de papel tenía los días contados. ¡Más despacio!  Qué duda cabe que el ordenador, por lo visto a los periódicos, les ha hecho flaco favor; pero nunca creímos que al libro. O no lo aceptamos.  La vaina está, quizás, en que nosotros somos de aquellos que vivieron el mundo de las librerías y llenamos alguna pared, o varias, de nuestra casa, con miles de libros. Nosotros, los que pasábamos por el escaparate de una librería y como viéramos algún título apetecido, entrábamos a por él y nos íbamos a casa más contentos que unas pascuas. Tal vez suceda que no tenemos ya lugar en este mundo.

¿Quién concibe haber estudiado en Salamanca y no haber ido mil veces a “Cervantes”? Bueno, pues tampoco está allí ya. Estos Fabio, ¡ay dolor!, que ves ahora, campos de soledad, mustio collado…No sé cómo voy a pasar por la calle León Leal y voy a mirar el portal donde estuvo “El Pájaro Azul”. Larga vida a las que aún quedan y quiera Dios que no sean recuerdo no más, como lo son ya “Bujaco”, “Cerezo”, “Vicente” y alguna otra que se queda en el tintero.

Fuimos a ver a Inmaculada, a darle un millón de gracias por habernos regalado la inmensa dicha de haber estado en un sitio tan bello como su pequeña librería.  Y el maldito virus nos impidió darle el cordialísimo abrazo que se merecía. Hasta siempre amigo “Pájaro Azul”.


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