disturbios barna
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Un dicho popular muy extendido rezaba: Barcelona es bona si la bolsa sona. Barcelona era en los últimos años, hasta la llegada de este malhadado “procés”, una ciudad cosmopolita, probablemente la que más de España, con un vigor y una fuerza económica y social notable, con recursos industriales, empresariales, culturales, universitarios, de sanidad y turísticos de primera magnitud. Estaba a la cabeza de la economía española.

Claro que la Ciudad Condal también había vivido períodos históricos menos brillantes en los albores del siglo XX, por ejemplo, en el que una Semana Trágica en 1909 había convertido la ciudad en el reino de la anarquía. Y en el período de la segunda república y la guerra civil había habidos períodos de mucha violencia revolucionaria protagonizada especialmente por movimientos anarquistas, que convirtieron a la ciudad en un reducto de violencia extrema.

La dictadura franquista fue muy comprensiva con Cataluña y el País Vasco las regiones con nacionalismos separatistas, que tanto influyeron en la guerra civil. Les dio todas las ventajas para su desarrollo industrial de postguerra, a costa de otras regiones que resultaron devastadas por la guerra civil, pero a las que Franco compensó solamente con algunas migajas: por ejemplo, el Plan Badajoz en Extremadura. Las grandes ayudas de la dictadura se concentraron en los sectores industriales vascos y catalanes, lo que propició una fuerte emigración interior hacia esas regiones privilegiadas desde otras regiones menos beneficiadas en el reparto: Andalucía, Murcia o Extremadura principalmente. La búsqueda de trabajo obligó a la emigración interior hacia las regiones favorecidas por el franquismo.

Se calcula en unos 500.000 extremeños los que tuvieron que hacer las maletas para irse a Cataluña y el País Vasco y también a determinados países europeos: Alemania, Suiza, Francia, Holanda o Bélgica que necesitaban mano de obra a precio asequible.

Barcelona fue una ciudad mimada por la dictadura y la burguesía catalana la beneficiada de la normativa oficial que concentraba las inversiones públicas en la región catalana con la Ciudad Condal a la cabeza.

Las fuerzas separatistas catalanas aprovecharon las cesiones de los gobiernos centrales durante la transición para comenzar una labor de adoctrinamiento desde las escuelas inoculando en los niños y en la sociedad el germen independentista, sin que Madrid, hiciera nada por impedirlo. El idioma fue la base para tratar de ser diferentes y desde un principio se proscribió el uso del idioma español, en beneficio de una inmersión en catalán. Y durante 30 años en una labor de zapa constante consiguieron su propósito.

Viéndose fuertes en sus ansias independentistas frente a gobiernos centrales muy débiles como los de Zapatero o Rajoy se metieron en la aventura del “procés” el cual era azuzado por organizaciones como ANC u Omnium y partidos radicales separatistas como la CUP y su división juvenil Arram.

El ridículo más espantoso de aquella declaración unilateral de independencia que duraría 5 minutos, la fuga de varios de los cabecillas y la detención y juicio de los que se quedaron, con las condenas por sedición de estos últimos, produjeron las primeras protestas en Barcelona, que llegó a convertirse en la ciudad sin ley. Días y más días de quemas de mobiliario público, agresiones continuadas a los Mossos, y pillaje y saqueo de negocios privados convirtieron a una ciudad de primer nivel de España y de Europa, en una especie de pueblo del Oeste americano, en donde los más fuertes y osados campaban por sus respetos, tomando las calles ante la complacencia de los políticos separatistas y del Govern.

En una sociedad catalana dividida, en donde no existía seguridad jurídica alguna, miles de empresas abandonaron Barcelona y Cataluña, dejando a la región sumida en una crisis económica y social sin precedentes.

Los últimos disturbios habidos en la ciudad, con la justificación mendaz de apoyar al rapero Hásel y a la libertad de expresión, han terminado en saqueos y pillajes contra muchos negocios en los que han robado a mansalva y han causado daños a entidades bancarias especialmente en sus instalaciones y cajeros y a otras empresas, actuaciones que nada tienen que ver con la defensa de la libertad de expresión.

Los gobiernos central, autonómico y local han mirado para otro lado como si no fuera con ellos la responsabilidad de evitar esos desmanes y han consentido una semana de fuego, violencia y destrozos en la ciudad.

Incluso algunos partidos separatistas han propuesto desarmar a los Mossos y buscar culpables en ellos, cuando todas las noches terminan con varios heridos y muchas veces presionados por los manifestantes.

Parece que empieza a haber reacciones ciudadanas y de organizaciones diversas, solicitando que se ponga coto a estos destrozos, que se controle a los cabecillas de las manifestaciones, hay anarquistas extranjeros ¿y a estos los servicios secretos no los controlan?

Más de 300 organizaciones se han manifestado en la ciudad para exigir a los políticos y al gobierno regional que se dediquen a resolver la profunda crisis económica y social que campa por la ciudad y por la comunidad autónoma en lugar de dar cancha a los manifestantes que día tras día hacen de su capa un sayo y hunden a la ciudad.

A ver si hay suerte y vuelve a cumplirse el dicho: Barcelona es bona. Aunque no suene la bolsa dada la crisis.


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