hemiciclo
Comparte en redes sociales

Había veces, cuando yo tenía preocupaciones públicas importantes en razón del cargo, en que me paraba a mirar a la gente normal que paseaba por la calle, o atendían en una tienda, o vendían flores y cosas así y por un minuto anhelaba convertirme en una de ellas, individuo entre un millón de individuos, sin obligaciones colectivas específicas más allá de las propias obligadas por la convivencia.

A veces, la ostentación de la alegría lo que demuestra es el miedo pasado antes de disfrutarla, frente a un determinado hecho y sus potentes dudas previas. Unos Presupuestos Generales son siempre el buque insignia de una legislatura y aprobarlos se considera un éxito, tanto mayor si las mayorías de gobierno son ajustadas o no existen.

Visto desde lejos, todo ello tiene mucho de espejismo. Y no deja de ser una cierta fachada que en algún momento cualquier gobernante ha construido, valorado y exaltado. En la práctica, se puede gobernar con presupuestos prorrogados y han existido gobernantes en todas las épocas (antes más que ahora) que han hecho poco caso a la exactitud y compromiso de las cuentas públicas, creyendo que el dinero público puede “generarse” por el mero hecho de existir la necesidad de gastarlo.

Así que esa foto del gobierno extremeño, todos juntos, en ademanes eufóricos, una vez conseguida en segunda votación el visto bueno a sus primeras cuentas anuales, es la imagen de una victoria, sin duda, pero por lo bajo tiene el hálito de una victoria pírrica ganada “por los pelos”. Que no digo yo que no pueda llamarse triunfo, aunque ajustado.

Claro que “hacerse los modestos” no conviene. Esto es así en política. Son muchas las horas encajando los números, convenciendo a propios y extraños de que cada cifra representa una necesidad ineludible que no puede modificarse, ni mucho menos retenerse para otro fin que no sea el escrito en un borrador enseñado mil veces con maestría. Como si de una piedra filosofal se tratara. Con ella, los políticos salen a vender su gestión y las almenas de su campanario.

Porque además, es pensamiento extendido que en este juego de la baraja no hay que dar ninguna carta buena a la oposición, se encuentre viva o agonizante, da lo mismo (lo segundo se ve mejor); ello es un fin en si mismo. Permitir que las enmiendas parciales de los partidos opositores emborronen un texto trillado y ellos así poder decir que el resultado es un poco de todos, no entra en los cálculos de un Gobierno, de ninguno que se precie.  Por eso es obligatorio atajarlas, despreciarlas o ignorarlas. Para no dejarles ningún pequeño triunfo, no vayan a crecer y se levanten. Es una tarea en sí misma, señores, tan importante…

Cuídese la oposición, por todo ello. No sea que, caricatura arriba o abajo, a fuer de repetirla, acabe ganando terreno cierta imagen de poderío que contagie y convenza al pueblo. Si en este primer año los nuevos gobernantes, por acción u omisión, se fueran asentando y todos se acostumbraran a ellos dado que su estancia en la Presidencia autonómica, no moleste, los anteriores lo tendrían cada vez más difícil para volver en un corto tiempo, tal como es su deseo, mil veces explicitado.


Comparte en redes sociales

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *