Digital Extremadura
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Faltaban 125 kilómetros para terminar el Dakar 2.018. Un tramo cronometrado con inicio y fin en la ciudad argentina de Córdoba. Conociendo el historial tan gafe de Carlos Sainz, todos los aficionados al motor estábamos de los nervios. ¿Arrancaría el coche? ¿Se pararía a mitad de la especial? ¡Qué tensión! No había que tocar saleros, pasar por debajo de escaleras, abrir paraguas dentro de casa… Los creyentes poníamos velas a nuestros dioses. El “trata de arrancarlo, Carlos” retumbaba en nuestras cabezas. Carlos Sainz y Lucas Cruz parten en busca de la gloria.

Marc Coma había diseñado una carrera durísima, como debe ser. Tramos de casi 1.000 kilómetros, muchísima navegación, dunas interminables y un terreno difícil engullían pilotos día tras día. Este año la mala suerte la tuvieron los compañeros de Sainz en Peugeot. Los campeonísimos Loeb y Peterhansel sufrieron, en distinta medida, las trampas de Marc Coma. Loeb tuvo que abandonar unos días después del comienzo de la prueba y “monsieur” Dakar sufría día sí y día no, averías que le retrasaban en la clasificación. Carlos Sainz competía sin cometer errores. Volaba seguro por tierras argentinas, peruanas y bolivianas. Por el camino se quedaron dos campeones, el mencionado Loeb y el español Nani Roma, al que salvó la vida su copiloto al retirar la pierna de Nani del acelerador cuando este estaba sin conocimiento. Peterhansel y Al-Attiyah estaban a un mundo del matador español.

Nueve años sin ganar. Cualquier otro piloto hubiera renunciado. Recordábamos la piedra invisible de hace dos años contra la que Sainz chocó o la caída de infarto por aquel talud terrorífico del año pasado. Pero Carlos Sainz no es cualquiera. El piloto español de coches más laureado de la historia estaba empeñado en volver a ganar el Dakar. Sainz y Cruz cruzan la línea de meta y una lágrima resbala por la mejilla del español. Una lágrima de alegría, de rabia, de sufrimiento. Una lágrima de leyenda. “Me merecía una victoria con Peugeot” declaró al bajarse de su máquina. Uno no, Carlos, unas cuantas. Por eso ésta sabe tan bien. Gracias y enhorabuena.

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Carlos Sainz y Lucas Cruz.

Nuestra otra gran baza del Dakar era Joan Barreda en motos. Barreda y Honda habían realizado un gran trabajo preparando una montura ganadora, capaz de competir en igualdad de condiciones con las poderosas KTM. Pero Barreda llegó a la carrera lesionado de una muñeca, fruto de una caída en los entrenamientos previos a la misma. Aun así, Joan logró liderar el Dakar ganando algunas especiales pero varios accidentes terminaron con la resistencia corporal de Barreda y tuvo que abandonar. Joan Barreda me recuerda un poco a Nani Roma cuando competía en motos. Por diferentes motivos, Nani no conseguía ganar siendo el más rápido en la prueba. Pero al final lo logró. Barreda ganará tarde o temprano. Es el piloto de motos más completo que compite en este raid. Debe fijarse en Roma y en Sainz. Su perseverancia tendrá la recompensa tan ansiada.

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Joan Barreda

La prueba motociclista la ganó el austriaco Walkner con montura austriaca KTM. Todo un éxito en el país centro-europeo.

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Walkner ganador en motos con KTM.

En camiones ganó, como no, un ruso. Nikolaev y su Kamaz consiguieron la victoria en una categoría seguida con pasión en aquel país. Y en quads Ignacio “el perro” Casales y su Yamaha cruzaron la meta en primera posición. El ídolo chileno dominó la prueba en los admirados cuatriciclos en Chile, Argentina y Perú.

Terminó el Dakar con la gran victoria del matador Carlos Sainz. Emotivos fueron los mensajes en redes sociales que le mandaron todo tipo de celebridades. De especial mención el de Fernando Alonso llamándole leyenda, y el de su hijo Carlos Sainz publicando una preciosa foto siendo un niño a hombros de su padre.

¿Y qué hará Carlos ahora? Nadie lo sabe pero ojalá no se retire. Necesitamos que siga emocionándonos en la carrera más dura del mundo. Insisto, enhorabuena matador y gracias Marc Coma por diseñar esta increíble y emocionante epopeya del motor.

Próxima estación: 24 horas de Daytona, en una semana.


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