socios 2

Contrapartidas de los socios-compis

OPINIÓN
Comparte en redes sociales

A las seis de la mañana me despierta el camión del combustible que carga el depósito de
la calefacción de la casa de enfrente. Lo hace a esa hora para evitar el atasco de tráfico
que se produciría en la calle si estuviera aparcado esos quince minutos (el camión es
voluminoso) más tarde. No puede decirse que el asunto sea la causa de mi insomnio, ni
siquiera que éste sea la consecuencia, pero los dos hechos se colocan siempre uno
detrás de otro. Es como cuando tienes un hermano y alcanzas de pronto una madurez
inimaginada unos meses antes de su nacimiento. Sin prevenirte, llega y te acompaña para
siempre. Como los socios. Y los socios siempre quieren contrapartidas.

Asisto atónita al debate que se produce entre dos bandos irreconciliables. El de quienes
opinan que lo importante es aprobar las cuentas públicas y da igual con quien se
aprueben y los que opinan que juntarse para aprobar los Presupuestos con aquellos que
representan todo cuanto durante tiempo se ha considerado inmoral es tanto como un
aceptación implícita de los postulados de la organización y el olvido de una serie de
víctimas. En este debate no hay términos medios, o se está a favor o en su contra, sin
paliativos. Si hiciéramos filosofía, hasta podríamos discutir si el pragmatismo impera sobre
la moral o si ésta lo hace sobre el pragmatismo. Y no nos pondríamos de acuerdo, porque
existen los argumentos para ambas opciones. Hay, sin embargo, una idea clara, que los
socios siempre quieren contrapartidas.

Cuentan que el actor R. Reynolds tuvo que hacer mucho ejercicio físico, ayudado por una
dieta estricta de proteínas, para ganar 12 kilos de masa muscular. Quería entrar por la
puerta grande en Hollywood a través del papel de Hannibal King en la película “Blade:
Trinity”. Seis días a la semana, machacándose durante dos horas diarias, dieron la forma
adecuada a su cuerpo para representar al personaje. La historia me viene a la mente
cuando leo las crónicas referidas al vicepresidente segundo y a su forma de hacer política
propia para su partido, desde dentro del gobierno de coalición al que pertenece, unas
veces formando causa común con partidos periféricos, otras, usando un viaje oficial de
acompañamiento al rey, etc. Sin duda, busca ganar músculo, como el actor. Y lo hace,
desde la condición de socio de un gobierno que se supone que tiene una hoja de ruta.
Recuerden, los socios buscan siempre contrapartidas.

¿Hacia donde conduce la relatividad del que manda? Se desconoce. Cuenta Noah Harari
en su libro “21 lecciones para el siglo XXI” que una vez fue invitado a una recepción del
presidente Netanyahu (él es judío). Asistió. Tenía interés por observar la actitud de los
invitados ante el máximo exponente de poder en el territorio. Descubrió que todos, de una
forma u otra, utilizaron el fasto para intentar llamar la atención del mandatario sin que
nadie hiciera o dijera algo que pudiera molestarle en ningún sentido. Así que su
conclusión fue que es muy difícil que un jefe de estado pueda enterarse bien de las
preocupaciones de sus gobernados, pues la nube etérea de aislamiento que le rodea y
que todos contribuyen a tejer, consigue aislarlo de lo cotidiano y de lo importante
colocándolo en una especie de agujero negro. Por eso es tan curiosa, y desgastadora, la
política local. Porque no admite subterfugios. En cuanto se sale a la puerta, llega nítido el
problema y la solución. También en ella existen los socios. Y recuerden: dentro y fuera del
espectro político, los socios siempre quieren contrapartidas. Del erario público.


Comparte en redes sociales

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *