Vando del Monte 9 II 20
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Estimados compatriotas: El tiempo vuela. ¿Contaros cosas del pasado? Sería la labor de un cronista, desde luego; pero yo soy díscolo y mal alumno, y me salgo por peteneras en un pispás. Lo que me apetece ahora en comentar poquito de aquí y otro de allá, como de medio lado, al desgaire y medio dando un paseo por el monte. Ayer, por cierto, volvimos los cazadores a esos riberos de nuestra Rivera de Fresneda, a darle una mano a las zorras, que ya sabéis que hay que controlarlas cada año. A mis fraternos Pedro y Clemen, y a servidor, nos pusieron en un barranco (¡Rayos, qué cuesta!), de la majada de Juan para allá.

Linda mañana gris y a ratos soleada. La tierra está esponjosa y hay agua en los veneros. Más allá del cauce angosto de la Rivera, las manchas de Bordones, Valdelabada y ese mundo cochinero y cervuno. Total que entraron dos zorras, creo y les dieron matarile, una la pasaportó mi amigo Fernandín (más bien Fernandón) y la otra no recuerdo. Luego, allá en los altos, lumbres y asados en buena compaña. Por la tarde, a las 4 p.m., fuimos a Santa María a recibir los restos de doña Cipri Muñoz de Lucas, viuda que fue de don Leopoldo de Sande, farmacéutico de Salamanca, familia con la que nos une entrañables lazos. Allí abrazamos a Conchita, a Santi y a Nines, sus hijos, con los cuales compartimos muchos recuerdos de infancia. Doña Cipri tal vez sea la última de aquella generación que habitó los centros del lugar, la Plaza y tantísimos recuerdos cordiales.

Regresamos a la capital con el bolo a cuestas, pero a casa llegó Rodrigo que le había dado el pasaporte a tres jabalíes. Miradlos, ahí os envío la foto. Hasta la próxima, amigos y paisanos.


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