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Nos ha dejado la lluvia que es regalo del cielo, un aire a humedad, a melancolía, a deseo de interior abrigado pese a que, verdaderamente, no hace frío… pero es nuestra sequedad de interior sensible a esta pátina de agua, a este suelo empapado, a este paso de bota de goma… no tenemos la costumbre del orballo que llamamos calabobos porque como bobos nos quedamos mirando una y otra vez por la ventana que llueve y llueve y baja el río cantando su alegría de orilla, su fuerza de montaña e imaginamos el pantano crecido frente a esa extraña mole que contiene el agua.

Somos de secano y el mar nos queda tan lejos como al maestro republicano. Somos de secano y de equipo de cuarta regional, de esa que ni está en los grandes pactos ni se la espera, meseta arrinconada de los trazos de trenes y las infraestructuras que dan trabajo y llenan titulares. El nuestro es un olvido consabido que compartimos con Extremadura, como compartimos el paisaje de dehesa y olivar, berrocal de sierra, autovía que, milagrosamente, nos une y estrecha. Tenemos una piedra allá en el Jálama donde se sentaban tres reyes y tres obispos, miramos a la Cáceres rumorosa de hierba y a la Raya de Portugal, siempre suturada de amor y de saudade… y mientras, pasan las semanas para llegar a un adviento de nostalgia, anuncio de navidad siempre crujiente de papel y oropel. Nosotros, los de secano, somos y estamos resignados a nuestra suerte y golpea la cayada sobre la piedra en el paseo sosegado de nuestros mayores. Estamos y somos el silencio que no pía más que con los pájaros del campo que ahora se asoma de verde y se bordea de cuneta húmeda donde saldrán, felices, las hierbas modestas de los ramos de primavera, el tiempo feliz que preparamos en este otoño de setas. Pasa el tiempo y somos de secano, de chaqueta mojada, paraguas que se deja pingando en una esquina, bota de agua inusual, tiempo que nos sorprende, por eso hoy, que sale el sol, tímido y dulce en su modestia, calla todo menos esa sensación de que no pasa nada más que el tiempo… y que se besan, húmeda armonía, tierra y cielo, espera y constancia de lo eterno que en los hombres es grito y actualidad, absurdo eco.

Fotografía: Fernando Sánchez Gómez.


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