charo

El caborzo de la pintora Ana Zaragozá

DESTACADAOPINIÓNPeriodismo humano
Comparte en redes sociales

He soñado con un cuadro en el sueño azul de la frescura del verano que se anuncia de primavera adelantada. No lega aún abril con sus manos amarillas y es el azul el que me anega en la visión del caborzo, ojo ciego del agua que mira al cielo. Se remansa el agua del río en la poza profunda de un instante. Es el momento en el que la onda que lame la orilla se queda quieta, dejando el reflejo del cielo en su lámina detenida. Poza con eco de ranas, adornada con la geometría aérea de los juncos, las hierbas, el papiro de una historia dormida a la orilla de los ríos que escribieron la historia por la que transcurren los barcos y el moisés donde anida el recién nacido confiado al agua.

La pintora que retrata el caborzo quieto de mi sueño se abisma en el paseo de la bruma, los árboles se miran en el espejo del lienzo, las flores se desprenden de la corola de sus ojos. Ya en el estudio silencioso, el agua corre sobre la tela dejando un eco de azules imposibles, de trazos exquisitos que posan la huella de su estela al viento, movimiento que se balancea en el aire de un vuelo de libélula. Tiene Ana Zaragozá la sutileza oriental del paisajista de pincel libérrimo, pleno de aire que mueve los tallos frágiles, las flores humildes, los juncos asidos al fondo de las orillas. Es el crepitar de las hojas al paso del paseo, la bruma de lo inefable convertido en ese paisaje acuático y onírico de los cuadros de la pintora zamorana.

Nadie retrata el agua y los matices delicados de su flora como ella. El espectador se hunde en la contemplación del detenido instante de su magia. Y libélula alada, la pintora deja el surco del agua quieta sobre ese lienzo de verdes, azules, ramas que trenzan el recuerdo del río. El cuadro rebasa entonces el marco inexistente, se derrama en el placer inefable de la pura belleza, agua, agua, agua… El caborzo se remansa y queda fijo en la superficie del arte por obra y gracia de una pintora con la fluidez de la corriente que pasa.

Retirados los cuadros de la muestra de la artista, nos quedó en la retina el rumor sostenido de sus trazos líquidos, sus pinceles orientales, sus colores que corren más allá de lienzo, pared y mirada. Y fue tal la impresión de la visita que sigo paseando por las orillas bellas de la pintura de Ana Zaragozá y me mecen en sueños las aguas de su río. Es la llegada de un tiempo de exteriores donde bulle la vida sostenida por el arte en el lienzo que nos devolvió el paseo. Y quizás porque tengo ansia de agua, paso de ribera, deseo de profundidad fresca de caborzo, que sueño con un cuadro luminoso. Y me abismo en él, Ofelia que desea ahogarse en la belleza de su azul, pura belleza. Primavera bendita al borde de la vida del agua, arte en movimiento, quietud exquisita.

Charo Alonso.


Comparte en redes sociales

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *