salva definitivo
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Ya está aquí una nueva temporada de caza. El 12 de octubre se  abre la veda para la caza menor. Los de la mayor  llevan un par de jornadas en la mochila.

La cuestión palpita como nunca. Los animalistas anticaza trinan para que esta actividad ancestral desaparezca de nuestros predios, campos y geografías. Hemos escrito tanto sobre esto que no vamos a repetir ni una vez más nuestras razones. En vez de hacernos eco de las martingalas, cantilenas y pamplinas de los histriónicos verdolagos, nos dedicaremos a evocar la figura de un señor admirable que, en un lejano, lejanísimo tiempo, se dedicó a la caza “a pie y a caballo”, y luego dejó escritas sus experiencias, y su mucha sapiencia, en un librito delicioso que tituló: “El Cazador Instruido y Arte de Cazar, con escopeta y perros, a pie y a caballo: que contiene todas las reglas conducentes al perfecto conocimiento de este exercicio. Su Autor Don Juan Manuel de Arellano, Vecino de la villa de Herce, en el obispado de Calahorra”.

La historia de este cazador y de su libro es larga. Seguro que el que más sabe de ambos es nuestro amigo Xavier Trias de Bes Trabal que, recién, ha tenido la gentileza de enviarnos un precioso cuaderno, perfectamente editado, en el que diserta sobre el susodicho hidalgo y cazador. Lo titula así: “Juan Manuel de Arellano (1686 – 1749). El Hidalgo de Herce o el honor restaurado”. Bien, me dirán vuesas mercedes ¿Quién fue ese señor y qué pasa con su libro? Veamos.

Herce es un pueblito a seis kilómetros de Arnedo, villa importante de la Rioja Baja. En el siglo XVIII Herce y las pedanías de alrededor sumaban unos 180 vecinos. Allí nació don Juan Manuel, hijo de don Bernardo y de doña Ana; gente de bien, en lo que cabe. Desde muy joven nuestro hidalgo se dedicó, con fruición, a la caza; tanto que no hizo otra cosa en su vida, aparte de casarse, a los 23 años, con Inés Serrano que, la pobre, murió en 1742. En esa fecha, nos cuenta nuestro amigo Xavier, parece ser que el hidalgo se propuso dejar escritas sus experiencias y sus intenciones didácticas respecto a la caza, y se gestó su única obra.

A parte de sus bienes patrimoniales (que no serían muchos), y como don Juan Manuel no se dedicó a otra cosa que a cazar, su situación económica, a las alturas de sus casi sesenta años, estaba más que menguada. Liquidó sus deudas en su lugar de nacencia y oficio de cazador, y con el honor en toda regla decidió cambiar de aires. Para entonces ya había escrito su libro y publicado el mismo. Nos cuenta Xavier que tuvo, naturalmente, protectores importantes y que se lo dedicó nada menos que al Príncipe de Asturias, luego su majestad Fernando VI.

Visto lo que había, el bueno de don Juan Manuel, viudo, pobre, pero con su librito publicado, dio con sus huesos en Alcalá de Henares, donde vivía una de sus tres hijas. Y allí entregó su alma a Dios. Hasta la fecha, caza en los predios celestiales. Feliz temporada a todos los cofrades de San Huberto.

 


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