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El incremento de precios de los alimentos y la salud de los consumidores

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Combatir el incremento de precios de los alimentos, sin poner en detrimento la salud de los consumidores. Esta es la encrucijada a la que se enfrenta el Gobierno español en un contexto cada vez más desafiante. Si hasta hace poco, la principal preocupación era el aumento de los precios de la energía, ahora el foco está puesto en el incremento continúo de los precios de los alimentos. Por primera vez en los últimos dos años, el disparador de la inflación en la eurozona ha sido el encarecimiento de los alimentos, el alcohol y el tabaco.Cifras de Eurostat dan cuenta de un encarecimiento mensual en febrero de la categoría mencionada del 1,6% y una tasa interanual de los alimentos del 15%, lo que representa nueve décimas más que la registrada en enero. Además, tan solo en el último mes se evidenció un aumento de precios de los alimentos frescos en un 3,4%. Lamentablemente para los consumidores, las consultoras advierten un panorama complicado de cara a la primavera, cuando se espera que se alcance el pico de la inflación alimentaria.

Las consecuencias ya se empiezan a sentir en los hogares europeos y también en los españoles. El aumento generalizado de precios de alimentos ya está impactando las cestas de consumo, algo que preocupa a los expertos por múltiples razones, pero sobre todo por cómo esto incidirá en la salud de los consumidores. Después de todo, el precio sigue siendo el principal criterio de compra a la hora de escoger un alimento. Por ende, el temor es que el aumento de los precios influya negativamente en las elecciones de compra de alimentos y empuje a los consumidores a decantarse por opciones menos saludables. Algo que ha quedado plasmado en un estudio realizado entre enero y febrero de este año con la colaboración de diferentes Bancos de Alimentos. La principal y preocupante conclusión es que un cuarto de los españoles se salta comidas con el objetivo de ahorrar dinero.

Esta situación exige medidas extraordinarias, sin embargo, las autoridades no se ponen de acuerdo en cuál debe ser la hoja de ruta. Por el momento, muchos toman a Francia como referencia. La noticia de la que todos hablan en España es que el Gobierno francés llegó a un acuerdo con las principales cadenas de supermercados del país para establecer una cesta de compra de productos básicos con precios reducidos. Esta cesta antiinflación presentada por el ministro de Economía, Bruno Le Maire, no es un tope al precio de los alimentos tal y como lo conocemos ya que no habrá una cesta a precio fijo. La diferencia es que cada distribuidora decidirá su propia cesta y fijará sus precios. Pero aquí entra en juego un peligroso condimento: cada producto incluido llevará una etiqueta con los colores de la bandera de Francia acompañada de la frase “trimestre antiinflación”.

La etiqueta ya ha causado revuelo. Desde la asociación de consumidores UFC-Que-Choisir, consideran que ésta influye en la capacidad de los consumidores de comparar los productos. Por ende, creen que se trata de un caso de publicidad engañosa para los consumidores.

Otro aspecto de la medida que ha despertado críticas está relacionado con la elección de los productos que se incluirán dentro de la canasta antiinflación. Carrefour, por ejemplo, ha decidido incluir 200 productos, 100 de ellos son alimentos con etiquetado NutriScore A y B. Aquí se pone interesante la cuestión debido a que en el último tiempo, no han faltado ejemplos de productos malsanos que obtienen buenas notas en el sistema de etiquetado nutricional francés NutriScore. Es por ello que el hecho de que se incluyan productos con esta etiqueta resulta de gran preocupación ya que podría empujar a los consumidores a adquirir alimentos más accesibles y que a simple vista parecen saludables gracias a su calificación NutriScore.

Sin embargo, como ya lo han revelado expertos en nutrición, no hay que fiarse de la nota NutriScore ya que el sistema no tiene en cuenta ni el grado de procesamiento, ni la porción de consumo, ni el agregado de edulcorantes o aditivos en los productos. Como resultado, el sistema otorga calificaciones sesgadas que no sirven para hacer una evaluación real de cada producto. Tampoco ayuda a comprender cuál es el impacto real del consumo de cada producto como parte de una dieta. El hecho de que Carrefour Francia utilice esta etiqueta como un indicador para incorporar productos accesibles en su cesta antiinflación no hace más que echar leña a un asunto que le ha traído grandes dolores de cabeza a Bruselas.

El año pasado, la Autoridad Italiana de la Competencia (AGCM) obligó a Carrefour y otros distribuidores que utilizan la etiqueta a retirarla de sus productos al considerar que ésta podría inducir a error a los consumidores a la hora de elegir alimentos. Según la AGCM, el Nutri-Score realiza una clasificación arbitraria y no incentiva al consumidor a hacer una evaluación adecuada para seguir una dieta equilibrada. Más se profundiza sobre las limitaciones de este etiquetado y más se demora la decisión por parte de la Comisión Europea que debía presentar una propuesta a fines de 2022 y aún no ha dado indicios de qué sucederá con el proyecto de etiquetado nutricional europeo.

Tanta incertidumbre demuestra que ninguna solución es mágica y que la tan aclamada cesta antiinflación francesa podría acabar teniendo un impacto negativo para los consumidores expuestos a productos quizá más accesibles, pero con menor calidad nutricional. Algo que podría tener graves consecuencias a largo plazo en un país que acaba de batir récord en cifras de obesidad y sobrepeso. Según el Instituto Nacional de Investigación en Salud y Medicina de Francia (INSERM) demuestran que la obesidad en Francia se ha duplicado desde 1997.

Si bien la fórmula “botón contra la inflación” y “semáforo de colores para comer mejor” suena prometedora, el complejo panorama actual requiere soluciones más innovadoras. No es momento para medidas simplistas. No se debe perder de vista que Europa presenta preocupantes tasas de obesidad y sobrepeso que se verán duramente impactadas por la situación de inseguridad alimentaria. Es por ello que España debe mirar más allá de sus vecinos y  pensar en soluciones que superen estas limitaciones y poner a los ciudadanos en el centro de cualquier estrategia.


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