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¿Estamos preparados para la verdad?

RELIGIÓN
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¿Qué es la verdad?

Nos encontramos ante la gran pregunta que todos nos hacemos en algún momento de nuestra vida: ¿Qué es la verdad? Ciertamente, la respuesta no es nada sencilla. A lo largo de la historia grandes pensadores han tratado de poner fin al enigma, pero pocos han conseguido paz en su intento. El mismo Pilato se lo preguntó a Jesús: “Quid est Veritas?”. Todos ellos, incluidos tú y yo, tenían algo en común: plantearse la pregunta y buscar la respuesta. Si no te planteas la cuestión difícilmente podrás contestarla, y eso es justamente lo que sucede en nuestros días.

El nuevo milenio ha traído consigo grandes avances que hace pocos años eran impensables, desde el teléfono móvil hasta el amplio campo de la Inteligencia Artificial. Toda esta revolución tecnológica sumada a la falta de educación de la voluntad, nos ha conducido sin quererlo a una sociedad que se fija antes en el “bien-estar” que en  el “bien-ser” de la persona. El primero va mucho más deprisa y se fija más en lo que produce que en lo que ama. Es el que provoca, por ejemplo, que no seamos capaces de ir a comprar el pan sin llevar unos auriculares para escuchar el último tema de este o aquel artista por ese culto a la comodidad. 

Todas estas causas y muchas otras a nivel sociológico han causado que el hombre de hoy difícilmente soporte el silencio. Un silencio que te pone ante ti mismo y que desde lo más íntimo te invita a fijarte en tu vida con un poco de profundidad: ¿Quién eres? ¿Qué haces aquí? ¿A dónde quieres llegar? Para todo ello es necesaria una cuestión: ¿Qué es y dónde está la verdad?

Aunque no nos demos cuenta, estos efectos tienen como consecuencia en nuestra sociedad un pensamiento acerca de la verdad marcado por una tenaz “dictadura del relativismo”, en palabras de J. Ratzinger en su última homilía antes de ser elegido Papa. Para esta dictadura del relativismo no existe una verdad absoluta, sino que cada uno tiene su verdad y todas son válidas, es decir, que tanto lo que tú dices como lo que opine yo es verdad, aunque nos contradigamos, porque el pensamiento del mundo de hoy es que “cada uno que piense lo que quiera, que cada uno escoja su verdad”.

Esto es lo que provoca que nadie se abra ni al cambio de ideas ni al conocimiento nuevo. Ya lo dice Descartes en el inicio de su obra El discurso del método: “La razón es la cosa mejor repartida del mundo, pues cada cual se cree poseedor de ella”. 

Asombra que demostremos tan poco interés o inquietud por saber cuál es la verdad y dónde está. Por “tolerancia” o pobres respetos humanos, preferimos admitirlo todo a pesar de saber perfectamente que no todo vale. El problema es que hoy se niega algo tan sencillo como el principio de no contradicción: “una cosa no puede ser y no ser al mismo tiempo y en el mismo sentido” (para que se entienda, algo no puede ser verdad y no serlo al mismo tiempo y refriéndonos a lo mismo). Todo esto, entre otras cosas, ha propiciado que las ideologías caminen por nuestra sociedad a sus anchas, o que simplemente el partido de turno o el influencer de moda tenga tanta repercusión sobre nuestras vidas sin que nos demos cuenta y se nos escape la realidad.

Por lo tanto, ¿qué es la verdad? Sencillamente, la verdad es la adecuación del entendimiento a la realidad, es decir, las cosas tal cual son o están. No se trata de dar una interpretación subjetiva a todo. Es tan sencillo como observar. Por ejemplo, una pared no es blanca porque, como yo pienso que es blanca, lo es, sino que, puesto que la pared es blanca, nosotros podemos afirmar con verdad que es blanca. Para llegar a esta verdad, que no siempre es tan clara y sencilla como este pequeño ejemplo, tenemos que pararnos a pensar, razonar y argumentar, y eso es lo que pretendo con este artículo, que nos paremos a pensar y buscar la verdad, que de forma absoluta sabemos que está en Jesucristo. Pero ¿por qué? De ello hablaremos la semana que viene. Hasta entonces, el Escribano.


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