Felipe Muñoz
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Estimados compatriotas: Muchos no habréis conocido a mi tío Felipe Muñoz; otros muchos, sí. Supongo que entenderéis que me refiera a él con excesivo afecto: cierto. Echo de menos a muchas personas que ya no están entre nosotros; y a él casi más que a los otros. Alguna vez escribí algo sobre su persona. Helo aquí:

Felipe Muñoz
Felipe Muñoz

La gorra de plato está en lo alto de los anaqueles de la librería; tiene una estrella, la de alférez. Es la de tío Felipe, la que lució en aquel desfile en Valencia, a los pocos días de la llegada del Caudillo, recién acabada la Guerra.

Hay por ahí una carta de tío Felipe a sus hermanos, Juliana y Alejandro, en la que les cuenta, con emoción, lo que vivió aquel día del desfile.

A veces, sentado en el silloncito par de la mesa del escritorio, que fue la del despacho de mi padre, miro hacia las estanterías de mi biblioteca, y la veo allá arriba, a la izquierda. Un golpe de impotencia me recorre el sentimiento. ¡Todo lo que fue y ya es nada! Aquel soldado de trincheras, gorro de borlas, altas botas, cinturón con pistolera, camino del frente.

Tábor de Regulares. Decían: “Alférez Provisional, cadáver efectivo”. El alférez dirigía a la tropa en el asalto, y era de los primeros en caer. Pero el tío Felipe no cayó, sobrevivió a la guerra con su tábor, su moro cabo de varas y los moritos que cocinaban corderos y le daban té con menta al calor de las fogatas. El Ebro, Teruel, Mora de Rubielos, Albentosa…la victoria al fin. Y el desfile ante Franco. Uniforme de gala y en la cabeza la gorra de plato, pistola al cinto y sable. Marchando con ardor delante de aquel hombrecito, tan amado por unos y tan odiado por otros.

De todo aquello no queda más que la gorra de plato en un rincón de la estantería de los libros, y del alma.


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