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Jesús Pulido, Obispo de Coria-Cáceres: HOY ENTRO A FORMAR PARTE CON ALEGRÍA DE ESTA QUERIDA DIÓCESIS DE CORIA-CÁCERES

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El Nuncio del papa en España, Bernardito Auza y una treintena de obispos, han acompañado a D. Jesús Pulido Arriero en su ordenación en Coria

 “Que el Señor me ayude para que nunca convierta en vanidad lo que es signo de entrega y servicio, para transmitir la fe apostólica, convocar a la comunidad en torno a la Eucaristía, animar el espíritu misionero y la solicitud por los pobres”. Con estas primeras palabras se dirigía Monseñor Jesús Pulido Arriero a los numerosos fieles congregados en la Catedral de Coria ya como nuevo obispo de Coria-Cáceres, que hace el número 119 de esta diócesis.

La Eucaristía de ordenación y toma de posesión tenía lugar este sábado, 19 de febrero de 2022, a las 11:00 horas, en la catedral de Coria. Presidió la celebración don Bernardito C. Auza, nuncio de Su Santidad en España. Fue retransmitida en directo por Trece Televisión y por Radio María.

Don Jesús Pulido partió del hotel Palacio del Obispo sobre las 10:15 horas, acompañado del Nuncio y del Administrador Diocesano, D. Diego Zambrano López. La entrada en la catedral fue a través de la Puerta del Perdón. Ahí, el obispo electo fue presentado al cabildo. El deán-presidente del cabildo D. Ángel David Martín Rubio, le dió a besar el “lignum crucis” y a continuación le ofreció el hisopo para la aspersión con agua bendita a los presentes.

El obispo electo y sus acompañantes partieron después hacia la capilla del Santísimo donde rezaron durante unos instantes. Tras este momento de recogimiento, salieron por la puerta del Evangelio para saludar a las autoridades civiles que esperaban a don Jesús en la Plaza de la Catedral.

A las 11:00 horas, comenzaba la procesión desde el exterior de la catedral, encabezada por diáconos, el obispo electo con dos sacerdotes asistentes, el colegio de consultores, canónigos y obispos. Cerraban esta procesión el administrador diocesano y el nuncio, quien presidió la celebración hasta la toma de posesión del nuevo obispo.

Después del saludo inicial del nuncio, D. Diego Zambrano López, administrador diocesano durante la sede vacante, se dirigió a la asamblea: «Llega a una diócesis que le acoge con los brazos abiertos y el corazón bien dispuesto. Dios ha permitido que hayamos vivido este tiempo de pandemia en espera de un obispo. Si ya de por sí la situación era difícil, a esta porción del pueblo de Dios, se le pedía el coraje de vivirlo sin el aliento, la palabra y la guía de un pastor. Hemos experimentado que Dios no abandona nunca a su pueblo y que ha estado, y está con nosotros.» Y prosiguió: «Cuente con nuestra comunión, disponibilidad y oración para seguir trabajando por una Iglesia sinodal, como nos invita el Santo Padre. Con usted queremos ser la Iglesia que vive la alegría del evangelio.».

Proclamado el Evangelio comenzó la ordenación del obispo. Puestos todos en pie, se cantó el Veni, Creator Spiritus, tras esta invocación al Espíritu Santo, la Iglesia local, por medio de un sacerdote, pide al nuncio apostólico que ordene al elegido y se lee el nombramiento de Don Jesús como obispo de Coria-Cáceres (la Bula Papal). Después de la homilía, don Jesús manifestó su entrega sin reservas al Señor y a su Iglesia. Para abordar una empresa tan trascendente, se pide la ayuda de la Iglesia celeste.

Y, así, llegó el momento central del sacramento: la imposición de manos y la plegaria de ordenación. A continuación, el libro de los evangelios o evangeliario (regalo de los compañeros de las editoriales de la Conferencia Episcopal Española) que le había sido impuesto sobre la cabeza, se le entregó expresando que la predicación del evangelio ha de ser su principal tarea.

Los ritos que siguen explican la tarea del nuevo obispo: la unción con el santo Crisma lo identifica plenamente con Cristo, el Ungido de Dios; la entrega del anillo expresa el vínculo especial del obispo con la Iglesia; con la imposición de la mitra (regalo de la ciudad de Coria), se expresa el firme propósito y el permanente deseo de alcanzar la santidad; y con la entrega del báculo (regalo de su pueblo Santa Ana de Pusa), se le confía la misión del pastoreo, lo recibe el día de su ordenación y lo usa cuando preside una celebración en su diócesis. Simboliza que es buen pastor de las ovejas, que apacienta, instruye, guarda y las defiende, como Cristo, el Buen Pastor; por último, tomó posesión de la diócesis sentándose en la cátedra, desde la que ha de presidir y enseñar.

De este modo, Don Jesús Pulido, tomaba posesión de la diócesis de Coria-Cáceres. A partir de ese momento el nuevo obispo presidía la celebración de la Eucaristía.

Cabe recordar que la casulla que portó fue un regalo de la Diócesis de Coria-Cáceres y el Cabildo Catedral y el pectoral un obsequio de los trabajadores y directores de secretariados de la Conferencia Episcopal.

Los obispos concelebrantes, como gesto de fraternidad, le saludaron, y una pequeña representación de la diócesis también le mostró su cercanía y acogida (dos sacerdotes, dos diáconos, dos religiosos, dos religiosas y una familia).

El obispo recorrió la catedral acompañado de dos obispos, ambos de la Hermandad de Operarios, el obispo de Barbastro Monzón, D. Ángel Javier Pérez Pueyo y el obispo de San Bernardino en California (Usa), Don Rutilio J. Del Riego Jáñez, impartiendo la bendición a todos los fieles congregados en la catedral.

Casi al final de la Eucaristía, el obispo habló por primera vez como pastor propio a su pueblo. Don Jesús Pulido destacó la “reconciliación”, palabra elegida precisamente para su lema episcopal: MINISTERIUM RECONCILIATIONIS.

«La reconciliación nos recuerda que la alegría del cielo se experimenta aquí en la tierra bajo especie de perdón y misericordia. Es la alegría del evangelio, de quien encuentra la oveja perdida y la lleva sobre sus hombros».

 También se refirió al momento presente que vive la Iglesia con el Sínodo convocado por el Papa y a la pandemia del coronavirus.

 «Caminar juntos, la sinodalidad, a la que el Papa Francisco nos convoca, no es simplemente una nota o propiedad de la Iglesia, sino que expresa su naturaleza, su definición, su forma, su estilo: la Iglesia es camino, camino de salvación, y caminar juntos quiere decir contar con todos, no dejar a nadie atrás, al borde del camino, excluido, descartado.

Este tiempo de pandemia nos ha hecho descubrir la importancia de la cultura del cuidado frente a la cultura de la indiferencia. El coronavirus no es una enfermedad individual sino colectiva; es el género humano el que lo ha contraído y, mientras no se cure todo el cuerpo, hay riesgo de recaídas. Somos responsables los unos de otros. Otras enfermedades de la humanidad tratamos de localizarlas en un lugar concreto poniendo fronteras para que no se diseminen: la pobreza, la guerra, la incultura, el hambre, el subdesarrollo, la corrupción… Pero también en estos casos, cuando un miembro está enfermo, todo el cuerpo sufre (cf. 1 Cor 12, 16)».

 El prelado no quiso olvidarse del buen recibimiento de la Diócesis, de la labor de quienes le han precedido en el episcopado y de todos los que han realizado su labor en la diócesis durante el tiempo de sede vacante. También tuvo un recuerdo para el Sínodo Diocesano, y el momento actual de Coria-Cáceres: «Hoy entro a formar parte con alegría de esta querida diócesis de Coria-Cáceres. Agradezco de corazón el caluroso recibimiento que me ha dispensado desde el momento en que se hizo público mi nombramiento y que hoy se ha manifestado en esta entrañable celebración. Sé que no es a mí, sino al Señor a quien quieren recibir (…) me han mostrado que la diócesis de Coria-Cáceres es una Iglesia evangelizadora, viva, transparente, solidaria con los más necesitados, atenta a los más vulnerables, comprometida con el bien común… El Sínodo diocesano celebrado en los últimos años ha renovado el compromiso cristiano y rejuvenecido la fe.

También agradezco a los sacerdotes, diáconos, religiosos y laicos sus numerosas muestras de acogida. Mi deseo es que podamos formar una verdadera familia entre todos, partícipe de la misión de la Iglesia

Uno de los momentos más emotivos de la celebración fue cuando se refirió a sus padres, que seguían la celebración en TRECE Televisión: «mis padres Vicente y Victoria en el Asilo de las Hermanitas de los Pobres de Talavera. Ellos consiguieron hacer de nuestra casa un pedacito de cielo en la tierra donde mis hermanos y yo experimentamos un amor gratuito de predilección por cada uno de nosotros: todos éramos iguales y cada uno era especial. Y nos dieron así alas para lanzarnos al mundo y superar las dificultades con confianza».

 Pulido Arriero estuvo acompañado por numerosas autoridades civiles y militares de la zona, así como de una treintena de obispos entre los que ha destacado la presencia del secretario y portavoz de la Conferencia Episcopal Española, D. Luis Argüello, D. Celso Morga Iruzubieta, arzobispo de Mérida Badajoz, D. Francisco Cerro Chaves Arzobispo de Toledo, precisamente su antecesor como obispo de Coria-Cáceres. Albacete, Ávila, Barbastro, Córdoba, Cuenca, Getafe, Guadix, Madrid, Oviedo, Plasencia (el administrador Apostólico D. Ciriaco Benavente, también antiguo obispo de Coria-Cáceres), Salamanca, Segovia, Sevilla, el auxiliar de Toledo y el emérito de la misma, Tui-Vigo, Valladolid, Zamora, y los cardenales Aquilino Bocos Merino, Antonio María Rouco Varela (emérito) y Antonio Cañizares Llovera, arzobispo de Valencia. También el prelado de Portalegre- Castelo Branco, Don Antonio Eugenio Fernandes Dias y de San Bernardino en California, Estadio Unidos, Don Rutilio J. Del Riego Jáñez. Por último, de Tarija en Bolivia, Don Francisco Javier Del Río Sendino.

Al final de su alución se refirió al patrón y a la Virgen en las advocaciones de Argeme y la Montaña: «Me acojo a la intercesión de nuestro patrono San Pedro de Alcántara. Él fue un reformador de la vida de la Iglesia, que supo conjugar la oración y la pobreza evangélica. Que su ejemplo nos ayude a todos para que la fe viva nos haga cada vez más solidarios y solícitos con los pobres y necesitados. A Santa María, Reina de los Apóstoles, bajo las advocaciones de Nuestra Señora de Argeme y Nuestra Señora de la Montaña, encomiendo mi ministerio».

 


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