sanchez e iglesias
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sanchez e iglesias

Un político, de esos que la mayoría estima como líder carismático, dijo una vez algo
definitorio: que en la vida política es necesario tener cabeza, pero que no se hace nada si
no hay tripas.

Lo dijo en otro momento y circunstancias, pero bien podría servir para el que estamos
viviendo, dónde dos contendientes cruzan sus armas en la plaza, con el pretexto de
querer negociar, y se embarcan en toda una serie de regates dialécticos y publicitarios
para seguir teniendo poder y protagonismo.

 

Nada que objetar, cada cual hace la guerra como sabe, pero lo diferente del asunto de
hoy es que la lucha la planifican (prácticamente) dos profesionales, pragmáticos y
racionales cuyo trabajo consiste en asesorar, recomendar, recapitular, interpretar…y que
aquí, sin embargo, acaparan la atención de los medios, que, sin recato, les conceden
(imagino que porque lo saben) pleno protagonismo en las conversaciones, aunque estén
siempre detrás del telón decorativo.

Sorprendentemente, los analistas políticos no se escandalizan, aceptándolo de forma
natural. O al menos eso es lo que parece cuando se leen sus crónicas. Ni Sánchez ni
Iglesias tienen experiencia de gobierno. Un poco más el primero, por el tiempo que ha
ocupado la Moncloa desde que Rajoy perdió la moción de censura preparada por los
partidos que querían que se fuese, hasta la fecha actual, y no puede decirse que haya
podido experimentar mucho, al no haberles sido aprobados los Presupuestos nuevos que
presentó y seguir rigiéndose por los de Montoro. El segundo tiene aún menor experiencia
en la gestión directa, de eurodiputado pasó a congresista en las Cortes Generales, y eso
saben ustedes que no significa gestionar, sino hacer leyes, si acaso.

Así que hete aquí que hemos presenciado un debate y una negociación para formar el
Gobierno de España planificada por dos expertos en marketing político y dos
contendientes sin apenas experiencia de negociaciones similares conducentes a
gestionar el país. Y todo ello, con la aquiescencia (o al menos, el silencio) del resto de
partidos del arco parlamentario que no han denunciado esta especie de anomalía, y el
placet (por omisión) de los militantes de ambos partidos, a los que no se les ha consultado
nada (en el caso del Psoe) o se les ha conducido a dar una determinada respuesta (en el
caso de Unidas Podemos).

¿Y las tripas, señoras y señores? ¿Quien ha puesto “la carne en el asador” del ideario, de los
preceptos, de las obligaciones electorales, de la palabra dada? Más bien, al contrario, la
bolsa de los votos, la inocencia de los bien pensados, e incluso el trabajo de tantas
personas anónimas durante la campaña, han servido tan solo para ser colocados como
atributos en la balanza del supuesto poder de cada cuál (“nosotros hemos ganado las
elecciones”; “sin nosotros no hubierais ganado la moción”). Como en los telefilms.

Las tripas, en política, deben servir para algo más que para calentar el propio ego, y
nominar a alguien como ganador en cualquier sitio. Las tripas son las que generan el
entusiasmo, el estímulo, la creatividad, la visión de futuro, el proyecto… Las tripas, si, las
tripas.

CONTEXTO ACTUAL  es un grupo de opinión crítica, formado por especialistas en diversas materias, preocupados por la situación actual.


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