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Habrá quien vaya este lunes a ver cómo ha quedado la Plaza después del evento de
escalada que durante el sábado y el domingo se ha celebrado en ella. Un comentario en
uno de los periódicos regionales lo hace notar: “los baldosines de la Plaza empiezan a
tornarse algunos rotos“. No sabemos si es cierto, pero si que produce intranquilidad a
quienes les preocupa el estado de conservación de un patrimonio que es de todos.

Cuando se hizo el último arreglo de la Plaza, los que seguían el desarrollo del proyecto,
desde bares y casas vecinas, hicieron una “porra” para ver cuánto tiempo tardaban en
inundarse si llovía, las casas de enfrente de la muralla. Al quitar la pseudo bandeja y
sustituir los cantos empedrados de la zona por pavimento liso, la inclinación que siempre
ha tenido la Plaza (no olvidemos que Cáceres está en la ladera de una montaña) se volvió
más evidente, lo que ayudó a los agoreros a pronosticar que pronto “los patitos” saldrían
nadando, en alusión directa a los dueños de un conocido establecimiento situado allí.

La reforma de la Plaza durante la legislatura 2007-2011 originó encendidos debates entre
las “fuerzas vivas” de Cáceres. Al “abrirse” totalmente, para renovar el cableado eléctrico
y las canalizaciones del agua que discurren por debajo de su suelo, hubo un hoyo en la
misma durante bastante tiempo, que la empresa no disimuló con paneles y otros medios
opacos para que no estuviese tan a la vista del propio viandante. Así que la controversia
estaba servida, en vivo y en directo. Algunos vecinos se quejaron de las incomodidades
propias de cualquier obra, y los hosteleros de que los clientes habían dejado de acudir. Y
hasta hubo alguien que obligado a cerrar su negocio no productivo, lo justificaría por el
“mal hacer” del Ayuntamiento y su equipo de gobierno.

Pero la obra no se hizo porque sí. Respondía a un serio estudio del territorio elaborado
por varios expertos catedráticos de Universidad que explicaba que si se quería competir
con otras ciudades, en cuanto patrimonio y cultura, era preciso despejar lo más posible la
muralla para poder acercarse a la belleza del conjunto monumental, ya desde lejos. La
entrada natural a la Plaza es por la calle General Ezponda y al hacerlo, si la zona está
despejada, se siente y se ve la belleza del Arco de la Estrella y zonas limítrofes. La
reforma de las plazuelas que están en el entorno próximo de la Plaza Mayor iba en la
misma dirección. Hay que recordar que la citada Plaza no es una plaza construida como
tal, sino el resultado de la construcción de edificios por fuera de la ciudadela histórica, con
el consiguiente hueco originado.

El proyecto se eligió en concurso público por una comisión adecuada, y se presentó a los
cacereños en varios actos de libre acceso en los que se detallaron los detalles y finalidad
del mismo. En el currículo de los arquitectos responsables constaba su experiencia en
otros cascos históricos italianos. La obra terminó a principios del año 2011 y los
ciudadanos cacereños la hicieron suya. El recorrido hasta la plaza se hizo habitual (algo
que no ocurría desde mucho tiempo antes) y los niños y adolescentes corrieron y se
sentaron en sus escaleras y rampas. Y hasta los mayores encontraron acomodo en la
misma, en la parte de arriba, cercana a Pintores, en los bancos preparados al efecto, al
lado de unos árboles que sí se dejan crecer darán sombra y cobijo. Las fuentes colocadas
en varios lugares de la Plaza, si fluyen, producen la humedad que desbanca lo seco de la
piedra en los meses más cálidos.

En verdad que sería una lástima el estropicio de una zona tan bella y tan mimosamente
tratada, solo por celebrar allí todo tipo de eventos y unos minutos de televisión. Digo. Con
educada suavidad.


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