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Pues no. No me refiero al libro de Marcelo Gullo, el cual, por cierto, deberían leer los miles, o millones, de hispanoamericanos que viven en España. Y que además ni saben lo que fueron, lo que fuimos y menos quiénes fueron sus antepasados. Ni me refiero tampoco a mi santa madre, que está en el cielo, y a la cual venero y veneraré hasta el fin de mis días. Me refiero a la otra madre. A esa a la que profesan subrepticiamente inquina algunos latinicultos que pululan por el ámbito de Norba.

No es extraño: cada vez que la imagen de María, Miriam, madre de Joshua, Jesús el de Nazaret, baja desde su ermita de La Montaña, la gente de esta ciudad acude a saludarla, a verla, a rezarle, a contarle sus cuitas o a lo que le dé la real gana. Gentes de toda condición: altos y bajos, zurdos y diestros, potentados y menesterosos. Eso a algunos les roe, les carcome las asaduras, les solivianta la bilis, les encrespa la mala digestión de sus cultas elucubraciones. Entonces los latinicultos apelan a la cultura, ¿A qué cultura? ¿A la suya, esa con mayúscula? ¿La devoción mariana no es cultura? ¿Gonzalo de Berceo tampoco? ¿Ni Lope en sus letrillas religiosas, ni Santa Teresa ni San Juan de la Cruz? ¿No es cultura Murillo y sus inmaculadas, ni tantas obras literarias, pictóricas o escultóricas dedicadas a María? Que les aproveche a vuesas mercedes cultas su resentimiento y su envidia.

A otra cosa. Marcha atrás. Dije hispanoamericanos, no latinoamericanos. Que pongan su cuarto a espadas los defensores del galicismo de marras, defensores de Latinoamérica. Y yo, por ende, de Hispanoamérica. ¿Latino, por qué? ¿Qué latín en América? Sería el que estudió Hernán Cortés en Salamanca, porque lo que enseñaron los frailes a los indios era castellano, ahora español. ¿Qué pasa con Brasil y Portugal? Pues entonces Iberoamérica. Pero desde Alaska a la Patagonia, Hispanoamérica. Sí, de acuerdo; los franceses quisieron apoderarse de México, pero no los dejó Benito Juárez. Los ingleses de todo; pero allí estaba Blas de Lezo. Italianos en Argentina sí, muchos; pero en español. Y poco más. O sea, que de latinos poco, nada. Hispanos y a mucha honra. Aun así, se ha impuesto esa memez de Latinoamérica porque les ha convenido a los anglosajones de Estados Unidos, eficientes portadores y difusores de la Leyenda Negra. Menos mal que desde hace ya algún tiempo se rebulle el cotarro y cada vez aparecen más defensores de la Hispanidad. Marcelo Gullo, Patricio Lon (Argentina), Francisco Núñez del Arco (Ecuador), Juan Miguel de Zunzunegui (México), etc. Y una senadora portorriqueña que clama para que Puerto Rico vuelva al regazo de su madre, que es España. Por soñar que no quede, porque con la cuerda de antihispánicos, que hay aquí en el solar patrio, estamos aviados.

Conclusión: sea bienvenida nuestra señora la Virgen de la Montaña a las iglesias de Norba para solaz y oración de los cacereños que la veneran. Y de paso también bienvenidos los hispanoamericanos de buena voluntad que nos habitan, que cada día son más. Por lo menos por mi parte. He dicho.


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