Hace la friolera de cuarenta o cincuenta años, estábamos una tarde sentados, par del Puente Romano, en unas sillas de madera de una tabernucha, viendo pasar las aguas del Tormes, cuando Vicente, mi amigo panameño, me dijo: “¿Conoces a éste?” y me enseñó un libro de Austral cuyo título era “Perito en lunas – El rayo que no cesa”, de un tal Miguel Hernández. “Déjamelo, que le eche un vistazo”, “Un vistazo no: te lo regalo”, añadió el buenazo de Vicente Rodríguez Arosemena, que estará con sus enfermitos de dengue en aquella Panamá lejana en la distancia y en la memoria.
Así fue que descubrimos al poeta de Orihuela. Y hasta hoy. No sé si habrá algo de Miguel Hdez. que no hayamos leído. Tal vez esos relatos de cárcel que dicen ahora que van a publicar. Ya veremos. A nosotros, a mi amigo Alfonso B. y a mí lo que nos gusta es eso de “Me tiraste un limón/ y tan amargo…” o aquello de “Te me mueres de casta y de sencilla…”.
Luego está lo otro, lo del panfleto, la leyenda y el viento. Una vez, también hace ya unos añitos, fuimos a parar a Orihuela, y nos sentamos a tomar algo en una plaza. Le pregunté a un taxista: “¿Está muy lejos la casa natal de M. H.?”, “Regular; pero yo les aconsejo que no vayan”, y luego nos dio las razones por las cuales mejor no aparecer por allí. Pobre Miguel. No sé si habrán cambiado las circunstancias, pero mira que tener su casita humilde olvidada en el arrabal…
El que más y la que menos, con el dolor por la pérdida de alguien amado, ha echado mano del poema de la ausencia: “En Orihuela, su pueblo y el mío, se me ha muerto, como del rayo Ramón Sijé, con quien tanto quería”. ¿Por qué se reían de él F.G.L. Y Neruda cuando aquello del “Caballo verde para la poesía”?
En fin, efemérides aparte, lo mejor que podemos hacer es leer una vez más aquel librito que nos regaló Vicente, el panameño, una tarde gris de otoño, en la que andábamos barzoneando por las orillas del Tormes. “Umbrío por la pena, casi brumo/ porque la pena tizna cuando estalla/ donde yo me hallo no se halla/ hombre más apenado que ninguno”. Pobre M. H. Lo que hicieron, y hacen, con el triste perito en lunas.
Salvador Calvo Muñoz