ideologia 2
Comparte en redes sociales

La escuela de verano del PSOE ha abierto sus puertas y ahí están los alumnos
aventajados de Sánchez haciendo cola con el cerebro ardiendo de temperatura
extremeña y sus necesarios libros de protocolo bajo el brazo. Es la hora de los
chiquilines con el rutilante Miguel Ángel Gallardo encabezando la tropa,
seguido por el fúlgido delegado del gobierno José Luis Quintana, los de la
unión; ¿recuerdan? el casamiento bendecido por Pedro & Azagra. Bonita ronda
de golondrinas picando el aire todas juntas vislumbrando ideas de concordia en
las severas tierras indomables del Guadiana. Aquellos arrebatos casamenteros
acabaron en luna amarga con su polisón de nardo colgado en el picaporte de la
puerta.

Estos faranduleros de la política llevan tiempo regando con el dinero público
plazas, calles y a la vez andan tapando bocas y alcantarillas con esa
precariedad intelectual que se les escarcha en los labios.

El buque insignia del PSOE extremeño anda estos días siendo centro y foco de
atención más allá de Almaraz, o sea según termina la A-5, por un quítame allá
esas pajas y todo el salseo con su verdura húmeda de la huerta extremeña va
dislocado amontonando crónicas y divagaciones sentimentales con
incrustaciones de egolatría y callejuela española, que diría Baroja.

Gravita sobre los periódicos como una celosía de iglesia la hazaña de este
Gallardo, un ser incoloro al que le urgen académicas virtudes, una especie de
Orfeo Chicco que sin embargo ha acabado instalándose en los divinos
tentáculos de la diosa diputación, esa especie de Dafne pura y sin tacha,
repartidora de glorias y favores. Un arroyo aprendiz de río.

Una diputación o un ayuntamiento en sus manos es algo así como un
aguanoso y carnal albaricoque que todos quieren morder hasta que el
monstruo se parte por la mitad; es la tragedia social de la política reducida a
este desfile de mediocridades pimpantes que con palabras hueras buscan
adulación constante e insincera. La decadencia infecunda convertida en
ideología: esa cortante luz que casi nunca es blanca pero sí fugaz; alas de luz
cegadoras que van cosechando voluntades en los huertecillos de la fe… esa fe
que alguna vez también se cura o extingue, o… hasta puede que como la
literatura no sea más que mentira.

Se respira mal, como en aquellas viejas habitaciones mugrosas del Hotel Vicki
Baunn que despedían tufo a cañería y triquitraque de corazón, al peso
ingrávido del instante.

Mar Gómez Fornés

Periodista


Comparte en redes sociales

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *