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Buscan los humanos la seguridad de las grandes aglomeraciones, donde todo el mundo
se siente parte de un grupo. Buscan también la seguridad del rito que anticipa, paso por
paso, lo qué vendrá a continuación, sin sobresaltos y situaciones no previstas. Las
compras vienen a reforzar (en algunos casos a sustituir) la sensación de autoestima y
afectividad de cada quien.

Curiosamente, en tiempos de información tan aparentemente abiertos a cualquier
tendencia, se vive con intensidad el pensamiento único. Siempre, claro está, dentro del
grupo sociológico al que se pertenece. Para no desentonar. Porque hoy se castiga eso, el
no ser un ente equivalente a otro ente, según lo dictado como políticamente correcto por
televisiones, periódicos e incluso entornos cotidianos. Vamos, como siempre.

Escucho hablar de una experiencia, en la que alrededor de la comida celebrada en una
casa particular, un grupo de refugiados intenta conocer, entender, y socializar por tanto la
propia actitud, en un país distinto al de su origen. Muchos de ellos son refugiados por
cuestiones políticas, huyendo de planteamientos fundamentalistas como por ejemplo el
que no deben explicarse a las mujeres los métodos anticonceptivos. Hacerlo en una
vivienda privada viene a significar la metáfora del desarrollo habitual de las revoluciones,
desde dentro de uno mismo.

“Antes de construir las vidas hay que documentar las muertes” (dice Javier del Pino en la
radio antes de seguir contando las excavaciones de los restos de un grupo de asesinados
en Pomer, un pequeño pueblo en la sierra de Moncayo, al principio de la guerra civil
española: campesinos, sindicalistas, concejales… La guerra civil, la peor de todas las
guerras, la de los vecinos contra vecinos en un mismo lugar. Se dice pronto. “España se
levantó una mañana y descubrió que estaba en guerra” (continúa el periodista). Con listas
del odio, el odio a los asesinados a veces de los propios compañeros de las
organizaciones a las que pertenecían.

Son las otras caras de unas fechas, en aparencia suaves, hermosas, asépticas. Pero ya
sabemos que la asepsia nunca es pura al cien por cien porque la recreamos con la propia
experiencia, siempre particular y subjetiva.

Y como el papel lo aguanta todo, se mueven las felicitaciones por doquier. Todo idéntico al
año pasado y al anterior y al de antes de éste. Si no fuera porque hay elecciones en
Cataluña lo que vemos en las hemerotecas serían noticias de plena actualidad. Aunque
es cierto que hay un hecho importante por el que merece la pena brindar: que seguimos
cumpliendo años. ¡Benditos sean!


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