Daciano amigo de su padre y que conocía a la chica la trató con amabilidad e intentó que se retractase, pero ella hizo todo lo contrario y en público, retó al gobernador al que no le quedó más remedio que condenarla a muerte y así fué quemada viva.
Su muerte, acontecida el 10 de Diciembre del 304, en las afueras de la ciudad, muy cerca de la puerta de la villa, fué un terremoto en la capital de la Lusitania. Su manera de hablar tan elocuente hicieron que a partir de ese momento la llamasen Eulalia que significa precisamente eso, la que bien habla.
Sus restos y sus hábitos fueron recogidos por sus padres, pero ya la comunidad cristiana de la ciudad los tomò como reliquias de la Martir. Antonio Mateos defiende que fueron llevadas a la sorprendente Domus eclesiae, un algibe oculto para cristianos que estaba en la principal casa a la entrada de la ciudad y que hoy se puede ver.