natalidad
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Yo creo que cuando un territorio tiene la misma esencia pero distintas sensibilidades, hay
que tener cuidado con no romper los equilibrios porque eso, tarde más o menos, acabará
por conducir al desastre. Claro está que podemos no hablar de ello. Negarlo, incluso, pero
si existe, existe, y negarlo no conduce a ninguna solución.

Cáceres no es una zona vacía, pero se le parece. De un tiempo a esta parte son muchos
los datos dados por los expertos que anuncian una cierta decrepitud. No es la única a la
que le ocurre. Pero eso no anima demasiado. Sabido es, que “cuando el río suena, agua
lleva” y ya son demasiadas las conversaciones cuyo asunto es esa falta de dinamismo
foráneo acentuada en los últimos tiempos, como una característica más que lo impregna
todo.

Puede que no importe demasiado, aunque yo creo que si, que tiene transcendencia,
sobre todo cuando se ha invertido tanto tiempo y dinero en consolidar el estado de las
autonomías. Entre otras, ésta en la qué vivimos. Puede que haya quien piense que el
rótulo de provincia se ha quedado desfasado y que lo mismo da ser capital o no, si no
conlleva el atraer beneficios económicos y sociales para todos los de dentro y los
circundantes. Y hasta puede que, ya en plena tendencia iconoclasta, haya quien prefiera
que el presente y el futuro se escriban de otra forma. Sucede, sin embargo, que la
evolución de los pueblos no sucede de repente, salvo que ocurra alguna catástrofe o una
revolución y aún entonces habrá causas que hayan ido poco a poco materializándose
hasta que el vuelco se produzca…

Cuando una autonomía como la extremeña tiene dos provincias, el “savoir faire”, el saber
hacer se complica. Ambas se miran de reojo, todo el tiempo. Esto es algo que
“oficialmente” no sucede, pero que sin duda es una gran realidad inevitable y que no sería
perniciosa si significase progreso, al existir una competencia sana y legítima.

Lamentablemente no es eso lo que ocurre, sino que ambas quieren la mayor parte posible
del pastel, que es único, y eso lleva inexorablemente a intentar arrebatar porciones al otro
para “tener”, en vez de buscar opciones para los dos. Hay quienes piensan que cada
territorio es responsable de sí mismo y que si uno no anda rápido es su solo problema,
pero ello no cuadra demasiado bien con los discursos de equidad que todos los días
escuchamos.

Fundamentalmente hay dos problemas que acosan a la ciudad de Cáceres: la falta de
nacimientos nuevos, con lo que si el número de personas fallecidas supera a la de
nacidos, ello conduce inevitablemente a la decrepitud (caso de no variar la tendencia); y la
marcha de una amplia mayoría del sector joven fuera de aquí en busca de mejores
condiciones de trabajo y de vida, una vez cumplida (o incluso antes) su formación.

Las soluciones parecen inmediatas y están ligadas. Ante lo primero, debieran nacer más
niños. Ante lo segundo, debiera haber más trabajo. Ambas no pueden ser dependientes
sólo del sector individual y privado, sino que administraciones y organizaciones políticas y
sindicales han de tomar decisiones y ser partes activas de la recuperación. Se trata de
ayudar seriamente a la mujer que lo desee, y en lo fundamental, para que tenga hijos, sin
que hacerlo le signifique un castigo en los otros frentes. Y se trata de asentar a los
jóvenes en el territorio con verdaderos puestos de trabajo, además de con toda una serie
de medidas que les permitan realmente alcanzar plena autonomía laboral, social, etc, más
allá de mensajes emocionales que a nada conducen. Se puede. He ahí un gran programa
de gobierno.


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