El 11 de octubre se celebra el día Internacional de la Niña. Como en años anteriores es una fecha apropiada para denunciar las barreras, las violaciones y los sufrimientos a los que se tienen que enfrentarse en todo el mundo: obligadas a contraer matrimonio, cientos de miles han sido sometidas a ablación genital de forma brutal con graves consecuencias así como a aplastamientos de los senos que producen terribles dolores. Millones son también las víctimas de los malos tratos de familia y del entorno Puede advertirse fácilmente que son los seres más vulnerables en todas las situaciones de emergencia, guerras, catástrofes y escasez de recursos. Se nos muestran con frecuencia reportajes en las que vemos a pequeñas escuálidas, descalzas, que se hacen cargo de los menores de la familia .En los desplazamientos los cargan en brazos recorriendo grandes distancias y se ocupan de buscarles alimento y asistencia con gran ternura. Debe estremecerse toda la humanidad. Son también presa de padres desaprensivos o simplemente sádicos que las utilizan como juguetes eróticos.
Debemos clamar con gritos si hace falta, y señalar que todas las niñas tienen que escolarizarse, decidir, gozar de libertad y conseguir que se respeten todos sus derechos. Estamos en el siglo XXI. Ya es hora de acabar con un sistema tan opresivo y cruel.
Muchos se preguntan para qué sirve un día internacional. Todos los días del año deberían ser reivindicadores de las injusticias. Pero un recuerdo especial en una fecha determinada tiene repercusión. La Asamblea General de las Naciones Unidas ha tratado durante años de concienciar sobre la existencia de algunos problemas importantes con la finalidad de que los gobiernos tomen urgentes medidas. Es este Organismo el que proclama un Día Internacional para que se recuerde un problema horrible y en esta ocasión a las niñas del mundo tan desvalidas.
Algunas ONG han salido recientemente a dar la voz de alarma con campañas importantes teniendo como objetivo poner de manifiesto la vulneración de derechos y llamar la atención acerca de la tragedia del matrimonio infantil que siempre, siempre, es forzado. La sociedad tiene que movilizarse mostrando su rechazo a las prácticas que roban la infancia a las pequeñinas y ciegan las posibilidades de su futuro. Hay que implicarse para acabar con estas terribles discriminaciones que atacan a las menores en sus pequeños cuerpos y en su espíritu recién estrenado y movilizarse para acabar con las crueldades que se practican especialmente en muchos países. El matrimonio forzado es una esclavitud, atenta contra la libertad, la educación, a tomar propias decisiones y a su salud sexual y bienestar. Los embarazos en sus cuerpos en plena formación son de una maldad que debe destacarse y hay que combatirlo sin tregua.
Actores muy conocidos se han involucrado recientemente en una campaña en favor de las niñas trabajando en las redes sociales para crear un movimiento social contra el matrimonio infantil. Es encomiable esta resolución pero no debe caer en el vacío e insistir en que se remuevan los obstáculos a los que se enfrentan las pequeñas en muchas partes del mundo. Terminar con este sufrimiento. Todos estamos llamados a responder y esforzarnos por conseguir que se acabe con la iniquidad que se inflige a estas personas tan indefensas cercenando su presente y su futuro. Es indignante, que no accedan a la instrucción, a una vida digna. Un verdadero horror.
La autora es Académica Correspondiente de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación